Me ha resultado algo más complicado de reconstruir. Quién sabe por qué pero algunos detalles importantes me llegaron años después de las primeras regresiones, ya en 2015. He ido cogiendo fragmentos de varias de ellas para poder darle un orden coherente. Además he detectado una pequeña contradicción en cuanto a la fecha de la muerte de mi hermano Robert. Se supone que mi padre murió antes que él, pero en una de las últimas regresiones digo que mi padre aún estaba con nosotros y que temía mi reacción. No pasa nada, nuestra memoria no es perfecta (ni siquiera en nuestra vida actual), nos podemos equivocar al recordar y también al interpretar los recuerdos. Aquí es cuando puede ser útil la calificación que hacía de los recuerdos en función de su calidad (profundidad del trance, si había intensas emociones, si la información me venía fácilmente o no). La verdad es que no estoy segura quién de los dos murió antes. Puede que en efecto fuera Robert, y entonces en la escena de la muerte de mi padre era Randall o quizá otro familiar el que estaba con nosotros alrededor de su cama.
«Empecé a verme entrenando con la Colt que compro en la armería. Al cogerla y familiarizarme con ella, enseguida me doy cuenta de que el dependiente tenía razón, no es lo mismo que un rifle. Cuesta más apuntar y hay que hacer más fuerza para soportar el retroceso, porque no tienes el hombro para ayudarte. He puesto algo a unos metros de mí (diría que una lata). Cargo la pistola con sus seis balas, la cierro, apunto y disparo, sin mucho acierto. Poco después aparece Johnson y me dice que él me enseñará. Tengo la sensación de que mi padre ya no está, pero recuerdo perfectamente sus palabras, y sé que debo hacer un buen uso de las armas.
Después Johnson y yo nos preparamos para un día de trabajo de escoltas. Montamos en nuestros caballos y vamos al encuentro de la diligencia, el punto desde donde sale en el pueblo. Ya está lista para salir, y el que está sentado en el pescante, que es un hombre de mediana edad, nos dice que llegamos tarde. Johnson sonríe con su habitual aire estiradillo: “Solo cinco minutos”. Hacemos el viaje a través de una zona desértica, creo que es una hora más o menos de camino. Como aún no tengo mucha práctica con la pistola, Johnson me dice que si ocurre algo, él se encargará de momento. Realmente me hizo un favor hablando con el sheriff y recomendándome para el trabajo.
Entonces llegamos al pueblo de destino. Tenemos que esperar, aunque no sé cuánto, a la hora de vuelta. Sí sé que no debemos dejar que se haga de noche. Y de pronto me viene el nombre de Maxwell, creo que es el nombre del pueblo. Los tres nos sentamos a una mesa, en un edificio, que podría ser una cantina o quizá la oficina de la diligencia. Le preguntamos al jefe a qué se dedica aparte de conducir la diligencia. No sé si llega a especificar. Él nos pregunta a nosotros. Yo le digo que tengo el rancho de mi padre. “Ah, sí, tu padre”, por lo visto le conocía. Y Johnson sonríe pícaramente y dice “Yo también trabajo para mi padre el juez”. Ambos sabemos que él, de trabajar, poco… no sé si el jefe lo sabe también. Me viene de pronto el nombre de McKenzie, y caigo que así es como conocen a nuestra familia en el pueblo: los McKenzie. Poco después dice: “Bueno, va siendo hora de que nos movamos”. Me levanto estirándome y bostezando, a mis espaldas oigo al jefe bromear con Johnson, le pregunta en un susurro: “¿Estás seguro de que este sabe disparar?”. Yo sonrío y les digo que les he oído. Johnson le asegura que claro que sé, no hay dos pistoleros mejores en todo el pueblo.
Por último, un breve flash en el rancho, en casa, es tarde. Robert y yo estamos sentados en la mesa de la cocina con nuestra hermana, que está haciendo la contabilidad con un cuaderno y un lápiz, alumbrada por una vela. Robert protesta y dice que lo deje ya, que se está haciendo de noche, pero ella se empeña en seguir, aunque nosotros estamos cansados. Me pregunta cuántos terneros vendimos la última vez, que creo que fue el fin de semana. Le contesto que dos. Y ahí lo dejé.»
(Regresión 3-8-2012.)
«Entonces me pregunto por qué tenemos esa relación tan cercana, por qué cuesta tanto romper esa amistad… y la respuesta viene enseguida: crecimos prácticamente juntos. Jonhnson, Robert y yo. Ellos dos de la misma edad más o menos, yo algo más pequeño y más bajo, pero siempre siguiéndolos a todas partes. Creo que Johnson me tenía un aprecio especial. Se metía mucho conmigo, pero yo le hacía reír a menudo con mis ocurrencias, porque soy más inteligente que él. Y veo flashes de alguna que otra travesura: él haciendo de sheriff, con chaleco y una estrella en su pecho, siempre quería ser él el sheriff, y cuando yo protestaba él decía que era el hijo del juez, así que tenía derecho a elegir siempre. Veo una mujer que toca el piano en la iglesia los domingos, creo que es también nuestra maestra, y un día ideamos algo para que no pueda tocar o toque mal o algo así. Estamos fuera de la iglesia, de paredes blancas, tramando algo, justo en el punto donde sabemos que está el piano, pero no lo llego a ver con exactitud. O puede que solo queramos levantarla la falda. En clase, Johnson se sienta unos puestos detrás de mí, y siempre está tirándome cosas o metiéndose conmigo. Pero lo mejor era cuando nos tumbábamos los tres en las noches de verano en la pradera y nos quedábamos mirando el cielo durante horas, con una hierba en la boca y charlando de tonterías. El cielo de Colorado es una maravilla.
También me vino una escena en la que estábamos todos los niños sentados a la mesa, riendo, y de pronto oíamos a nuestro padre llegar renqueando de su pierna, y todos nos callábamos algo temerosos. Y él decía “Come on, I want to hear what you’re saying, I want to laugh too”.
(Regresión 6-8-2012.)
En otra ocasión solo me vinieron algunos flashes relativos a Tommy. En el diario de vidas pasadas me preguntaba por qué. Lo achacaba a cierta actitud pasota que había tenido todo el día, con ganas de protestar por todo. No olvidemos que todas nuestras vidas pasadas siguen estando con nosotros, al fin y al cabo somos el mismo espíritu teniendo experiencias humanas distintas.
«Primero estamos alrededor de una fogata en nuestro terreno, cerca de la valla, es de noche y estamos comiendo algo que parecen salchichas churruscadas al fuego, trinchadas en palos muy largos. Debo de tener catorce o quince años, le preguntamos a mi padre por los indios y él nos dice que no son de fiar, que nos alejemos de ellos si nos cruzamos con alguno. También recuerdo el estupendo pastel de carne de mi madre, y eso me hace sonreír. Luego, un flash de estar de rodillas en el suelo, posiblemente sangrando por la nariz, con el sombrero de vaquero medio torcido. Parece otra pelea, pero no veo más. Lo siguiente es un juicio rápido, no es nada grave y me sueltan y ya está, pero luego estando ya fuera, en una calle por el pueblo, el juez me detiene con algo puntiagudo (un bastón quizá o algo así). Es otro juez, no el padre de Johnson, tiene barbita gris y me dice que “ese chico” acabará mal y que deje de mezclarme con él. Me viene que su nombre es juez Daighton. Dudo de cómo se escribe pero la pronunciación me viene así de clara. O quizá sea el nombre de un pueblo. Me vienen imágenes de una horca, de que ese podría ser nuestro terrible final, pero no creo que me lo tome en serio. Al menos, no por mí.
En otro flash estoy hablando con Johnson, creo que le sugiero que nos vayamos, a buscarnos la vida a algún otro lugar, el pueblo y mi trabajo en el rancho me hastían, pero él está aún más desganado que yo y me dice que a dónde me creo que podríamos ir, ¿a ver si encontramos una mina de oro o algo así? Evidentemente, con eso no vamos a conseguir nada…»
(Regresión 13-8-2013.)