Lo primero que descubrí es que está basada en una novela de un tal Vercors, pseudónimo de Jean Bruller, un hombre que vivió la ocupación de Francia por los alemanes e incluso acabó convirtiéndose en un miembro de la resistencia. Ya tengo la novela también, es extremadamente corta así que es posible que cualquier día de estos ya me la haya leído también.
He pasado los últimos días concentrada en una de mis novelas, sin sentir nada que se parezca a past life mood, como comenté en mi anterior entrada. Pero por una de esas sincronicidades, esta mañana el Dr. José Luis Sevillano compartió en su página de Facebook el tráiler de una película que no conocía: «El silencio del mar». Cuando vi que iba sobre la resistencia francesa, supe que tenía que verla. El breve vídeo del tráiler ya me producía ciertas emociones que no podía ignorar. Me llevó menos de un minuto encontrarla entera en internet. Y la vi al mediodía, aprovechando que estaba sola en casa y podía ponerme a llorar a gusto si era necesario.
Lo primero que descubrí es que está basada en una novela de un tal Vercors, pseudónimo de Jean Bruller, un hombre que vivió la ocupación de Francia por los alemanes e incluso acabó convirtiéndose en un miembro de la resistencia. Ya tengo la novela también, es extremadamente corta así que es posible que cualquier día de estos ya me la haya leído también.
Comentarios
«Este periodo de confinamiento por la pandemia de coronavirus está desencadenando multitud de emociones que como es lógico me llevan primordialmente a la Guerra Fría o a la Segunda Guerra Mundial. Ayer tocó esta última. No fueron los recuerdos más traumáticos, pero sí los que traen la misma sensación que tengo ahora: la de incredulidad y miedo por lo que está ocurriendo a mi alrededor, la sensación de que nos están robando un futuro que podría haber sido, al menos, medianamente feliz. Parte 1. En otra regresión me quedó claro que era enfermera y ayudaba al doctor en todo lo posible. Solo recientemente me he dado cuenta de que este segundo paciente podría ser el mismo que en el de la regresión anterior, cuando le curábamos el brazo roto que tenía en cabestrillo. «Lo primero de todo, estaba sentada frente a una mesa con lo que parece un cuaderno y un lápiz o bolígrafo. Estoy en una sala, y en otra mesa está sentado el doctor. Me está explicando algo y yo estoy tomando apuntes, creo que es algún tratamiento. Me grita “¡Katrina!”, porque me estoy quedando dormida. Yo me disculpo y le explico que “el señor” me hace madrugar mucho a veces. El doctor me responde que no le valen excusas y que tengo que atender, si quiero ayudarle. Sé que es por la tarde, porque por las mañanas estoy trabajando en el piso. Veo muy claro al doctor. Es estricto, pero también afectuoso, y muy paciente y comprensivo conmigo, creo que tiene mucha paciencia. Es moreno, alto y regordete, aspecto bonachón, con bigote. No sé si estamos en una escuela de verdad o si simplemente me enseña a mí a título personal, porque en un futuro trabajaré con él. Pero que estoy aprendiendo, de eso no cabe duda. Vivir en un estado de alarma decretado por el gobierno hace que muchos (por no decir todos) estemos con las emociones a flor de piel. En los que recordamos vidas pasadas, eso significa que esas emociones pueden traernos recuerdos de otras vidas. Después de años experimentando con este tema, sé que ese es uno de los fenómenos que no admiten ninguna duda: emociones y recuerdos van íntimamente ligados. Por ello, estos días no hago más que ir de una vida pasada a otra. A veces me siento como en la Guerra Fría, debido a la sensación de miedo, la existencia de espías vecinales y la policía deteniéndote en cualquier parte para controlar tus movimientos. Otras veces me voy a la Segunda Guerra Mundial, debido a esta incómoda sensación de que, una vez más, me están robando el futuro y la oportunidad de, simplemente, vivir y ser feliz. Desearía que al menos por una vez me dejaran hacerlo. Por favor. No puedo dejar de pensar en las canciones de "Stationary Traveller" de Camel, porque describen tan bien la situación que estamos viviendo. Lo que empezó con sorpresa y estupor, con la incredulidad de que tuviéramos que vivir esto en el siglo XXI, tal restricción de libertades personales, se va transformando en una angustiosa normalidad medianamente aceptada por todos. Bueno, pues en esto estaba, cuando me puse a meditar uno de estos días. Y me fui justo a los días en los que era una estudiante de enfermería en Praga, una inocente joven de no más de 15 o 16 años, aún soñando con poder trabajar en algo interesante que me diera la independencia económica que necesitaba. Aunque siempre dudo mucho de la exactitud de las fechas, esta vez me vino con mucha fuerza el año 1936. Poco después Checoslovaquia era ocupada por los alemanes. Supongo que la guerra paralizaría todo, igual que el estado de alarma lo paraliza ahora todo, y veía con estupor cómo todo empezaba a cambiar a mi alrededor. Ya no era dueña de mi futuro. Mis esperanzas y mis sueños serían arrebatados por los hombres que hacen la guerra y deciden quién debe morir y quién debe vivir. A mí no me quedaba otra que seguir viviendo y adaptarme a las nuevas circunstancias. Y, como ahora, había quien me daba ánimos, mientras yo empezaba a verlo todo negro y sin saberlo comenzaba a caer en las garras de la peor de las depresiones. Praga, Checoslovaquia. 1939-03.
Poco después de que el ejército alemán entrara en Praga, la muchedumbre bordea las calles mientras pasa un desfile de los tanques ligeros de la German Panzerkampfwagen II. El saludo es recibido por el general Freiheer Leo Geyr von Schweppenburg, comandante de la Tercera División de Tanques del ejército alemán. Se observan banderas nazis ondeando en los edificios. (Foto original guardada en el archivo del AWM, Australian War Memorial). Fuente: https://www.awm.gov.au/collection/C298334 Mayo, mayo, mayo… Hacía tiempo que no escribía en el blog. Últimamente la vida real no me deja mucho tiempo para la introspección. Por una parte sigo inmersa en el mayor proyecto de mi vida. Sigo estudiando y actualizando mis conocimientos. Para crear mi empresa y que empiecen las obras en el local, tengo que viajar a otra provincia, yo sola. Todo esto se junta con una segunda operación quirúrgica de mi padre, que tiene que pasar otras tres semanas en el hospital. Aunque intento no dejar el yoga, apenas encuentro un momento tranquilo para meditar. Me doy cuenta de que estamos en mayo y aparentemente no hay past life mood que me esté afectando en la actualidad. Sin embargo, según avanza el mes y llega la segunda mitad, de pronto siento que, bajo la superficie, Katrina aún se acuerda de Johann. She’s inside you, and she’s crying… como escribí hace tiempo en un foro porque ese verso de una canción de Marillion me hace recordar a la joven enfermera que fui.
Estos últimos días he tenido en mente a aquella señora que me dejó un comentario en la página de Amazon de La caja de Pandora quejándose de que hablaba mucho de vidas pasadas nazis. Sí, es lo que hay. Sospecho que muchas personas llegan a la reencarnación buscando el mismo consuelo que ya buscaron en las religiones. No es casualidad que la creencia en la reencarnación esté presente en el budismo o el hinduismo, y según la vida que te haya tocado ahora, la posibilidad de retornar en un nuevo cuerpo te puede resultar atractiva o una auténtica maldición. Pero yo no hablo de creencias. Yo hablo de vidas pasadas que todos podemos recordar, y por suerte o por desgracia el mundo siempre será el que nosotros creemos con nuestras acciones. El mundo será un infierno si nosotros nos empeñamos en hacer el mal. Nosotros, no Dios ni el Diablo ni una “ley universal” que regule los premios y castigos que los seres humanos debemos recibir. Y por ello, la gran mayoría de personas que recuerdan vidas pasadas, recuerdan todo tipo de desgracias: traumas, muertes, violaciones y guerras, en ambos bandos. Una vida pasada es tan real como la vida presente, y pocas veces vivimos vidas fáciles.
A veces incluso nos suicidamos. Cuando investigamos sobre reencarnación, lo normal es que nos encontremos con una visión idealizada de lo que supone recordar vidas pasadas: lecciones a aprender, almas que te reencuentras, mucho amor y muchos unicornios rosas. Esta visión tan superficial sigue siendo frecuente en el mundo hispanohablante, como muestra este vídeo que me ha llegado recientemente. Es normal, es lo que vende. A la gente no le gusta que le hablen de trincheras, fosas comunes, fusilamientos en masa, víctimas del Holocausto o nazis que se suicidan. La gente piensa en general que todos somos almas buenas y que ninguno se vería envuelto en ciertas atrocidades ni se le ocurriría quitarse la vida. Yo lo pensaba. Así que, como muchos otros que he conocido por el camino, al recordar vidas pasadas has de atravesar una oscuridad que nunca habías imaginado, tienes que enfrentarte a tu sombra, y asimilar que todos tenemos un lado luminoso y un lado oscuro. Nunca sabemos cómo podemos reaccionar a ciertas circunstancias. Como siempre digo en mis libros, el camino del autoconocimiento es justo esto: no es una senda fácil, pero si llegas al final, es cuando encuentras la verdadera iluminación. Lo demás son solo ilusiones. Escribo esto un 25 de diciembre de 2018. El día está a punto de acabar. Por fortuna en esta época de mi vida la Navidad transcurre de manera bastante tranquila y austera, y está exenta de cualquier deseo que vaya más allá de compartir mi tiempo con los míos, recordar a los que volvieron a casa (tanto humanos como no humanos) y apreciar todo lo que tengo, que no es poco. Ya no hay ni siquiera intercambio de regalos, porque ya nos los hacemos el resto del año. Y, al menos por mi parte y la de mi pareja, ya no hay sangre derramada en nuestros platos. Hipocresía, la menos posible. Me siento realmente afortunada de poder mantenerme al margen de la Gran Fiesta del Consumismo.
|
AutoraMi nombre virtual es Eowyn. Llevo desde 2011 investigando y experimentando la reencarnación. Este blog es solo una mínima parte del resultado. ¡Sígueme en Telegram!
Categorías
Todo
Archivo
Abril 2023
Donaciones
¿Es mi blog útil para ti?
¿Te gustaría apoyar mi causa? ¡Gracias! |