Mi amiga reflexionaba sobre la circularidad del tiempo, y cómo en ciertos momentos de la vida las cosas se repiten, el pasado vuelve a ti. Puede que sea una misma situación, pero ahora ves las cosas de otra manera. Y, relacionándolo con la reencarnación, lo comparaba con ese instante en el que recuerdas quién eres de verdad, que es mucho más de lo que es tu yo presente. Hablamos siempre de vidas pasadas, y sobre todo al principio tendemos a separar nuestros yos pasados de nuestro yo actual. Las personas alrededor tampoco ayudan, porque no comprenden en qué consiste la reencarnación, ni mucho menos saben qué supone recordar vidas pasadas. Lo primero que te va a decir cualquiera es: “Pero eso ocurrió en el pasado, olvídalo, ahora todo es distinto”. Incluso mi novio, no hace mucho, cuando le estaba contando cómo me sentía por haber muerto en una batalla naval en el siglo XVIII, me dijo: “Bah, pero eso fue hace mucho tiempo, no te puede afectar”. Yo solo pude sonreír y callarme, porque sé que por mucho que se lo explique no lo va a entender. Nuestras vidas pasadas no son pasadas realmente. Decimos “pasadas” para situarlas en un tiempo más o menos remoto, anterior al actual. Eso no significa que estén olvidadas, ni muertas, ni en muchos casos superadas… y, por supuesto, no nos hemos convertido en personas distintas, ni tampoco tenemos una “nueva vida”. Esto es así para todo el mundo, no solo para los que recordamos vidas pasadas. Pensamos que la muerte es una especie de separación entre una vida y otra, un punto y aparte, cuando en realidad es solo un punto y seguido. Es darte una ducha y cambiarte de traje. Cuando sales a la calle, es el mundo el que ha cambiado (un poco), pero tú sigues siendo el mismo.
Ayer me levanté y lo primero que leí en internet fue un post de una amiga en mi foro que me hizo reflexionar. Confieso que si no fuera por momentos como este, habría dejado ya el mundo de la reencarnación, en el que la gente en general solo quiere respuestas rápidas. Esto acaba de dos maneras: decepcionándose porque en mi libro La Caja de Pandora no encuentra “información general” (??) o creyéndose cualquier milonga que alguien le contó y que no tiene pies ni cabeza, como por ejemplo que a tu alma gemela desencarnada le puede afectar que vean una película sobre su pasada encarnación y esto se manifestará en forma de dolor en tu región cardiaca (ejemplo real, ver para creer). Al resto de personas que estén hartas de escuchar tanta patraña, les recomiendo que lean mi blog Soy reencarnacionista o que se unan a Foro Reencarnación. Somos pocos, pero al menos, a veces, te levantas por la mañana y te congratulas de que existan personas que piensan por sí mismas y que además te llenan de inspiración para seguir avanzando.
Mi amiga reflexionaba sobre la circularidad del tiempo, y cómo en ciertos momentos de la vida las cosas se repiten, el pasado vuelve a ti. Puede que sea una misma situación, pero ahora ves las cosas de otra manera. Y, relacionándolo con la reencarnación, lo comparaba con ese instante en el que recuerdas quién eres de verdad, que es mucho más de lo que es tu yo presente. Hablamos siempre de vidas pasadas, y sobre todo al principio tendemos a separar nuestros yos pasados de nuestro yo actual. Las personas alrededor tampoco ayudan, porque no comprenden en qué consiste la reencarnación, ni mucho menos saben qué supone recordar vidas pasadas. Lo primero que te va a decir cualquiera es: “Pero eso ocurrió en el pasado, olvídalo, ahora todo es distinto”. Incluso mi novio, no hace mucho, cuando le estaba contando cómo me sentía por haber muerto en una batalla naval en el siglo XVIII, me dijo: “Bah, pero eso fue hace mucho tiempo, no te puede afectar”. Yo solo pude sonreír y callarme, porque sé que por mucho que se lo explique no lo va a entender. Nuestras vidas pasadas no son pasadas realmente. Decimos “pasadas” para situarlas en un tiempo más o menos remoto, anterior al actual. Eso no significa que estén olvidadas, ni muertas, ni en muchos casos superadas… y, por supuesto, no nos hemos convertido en personas distintas, ni tampoco tenemos una “nueva vida”. Esto es así para todo el mundo, no solo para los que recordamos vidas pasadas. Pensamos que la muerte es una especie de separación entre una vida y otra, un punto y aparte, cuando en realidad es solo un punto y seguido. Es darte una ducha y cambiarte de traje. Cuando sales a la calle, es el mundo el que ha cambiado (un poco), pero tú sigues siendo el mismo.
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El caso de Sandika Tharanga. Sandika nació en 1979 de padres católicos. A los tres años de edad comenzó a hablar sobre una vida pasada como monje en un monasterio que no llegó a identificar. Hablaba con frecuencia sobre el monje superior de ese monasterio. Un día iba a atender una ceremonia religiosa en la cual los monjes son invitados a una comida por personas laicas y se intercambian ofrendas (llamada “almsgiving” en inglés, que se podría traducir como “limosna”), cuando oyó un fuerte ruido, un disparo o una explosión, y eso es lo último que recuerda. Sandika tenía mucho miedo de los petardos y ruidos súbitos. Cuando los escuchaba se llevaba instintivamente las manos al lado izquierdo de su cuerpo. Sus padres explicaban esto por un disparo que había recibido en el pecho en su anterior vida y que había provocado su muerte. Además, Sandika presentaba una marca de nacimiento en el pecho, pequeña y oscura, situada un poco a la izquierda de la línea media. Había sido más prominente en sus primeros años. En Sri Lanka ha habido periodos de inestabilidad política, sobre todo la Insurgencia de 1971, en la que un número de monjes fueron asesinados. Haraldsson conoció a Sandika en 1988, cuando ya tenía ocho años de edad, y sus recuerdos ya se estaban desvaneciendo, como suele ocurrir en estos casos. Sus intereses principales eran visitar templos y acudir a la escuela. De siempre fue muy religioso y trató de convertir a sus padres al budismo, pero ellos no accedieron. Estaba ansioso por encontrar el monasterio en el que había vivido, y su padre le llevó a seis o siete cuando tenía de tres a cuatro años, pero no reconoció ninguno de ellos. Como muchos otros niños que recuerdan vidas pasadas, Sandika le dijo a su madre que ella no era su verdadera madre, y pidió que le llevaran a su monasterio y a la casa de su madre anterior. Otros signos de comportamiento incluían coger flores y ponerlas en una cama o silla antes de las plegarias, debido a que no había altar en su casa. También cantaba estrofas y rezaba como hacen los budistas, aunque sus padres no recordaban qué estrofas eran porque no prestaban mucha atención ni comprendían las palabras. A partir de los tres años rezaba de dos a tres veces al día, a los seis años aún ofrecía flores a una imagen de Buda que habían puesto en la casa, y más tarde le regalaron una estatua de Buda. En 1996 había una imagen de Buda en un lugar prominente de la casa, y Sandika había colocado otra en otro lugar recientemente. Además, le pedía a la familia que dieran limosna a los monjes; no comía carne; sacó notas especialmente altas en budismo y les pidió a sus padres que no le cortaran el pelo (porque siempre se lo cortaban en su vida pasada y ahora no quería que lo hicieran).
Sandika nunca expresó el deseo de volver a ser monje. En 1996 le seguía interesando el budismo y con frecuencia visitaba templos, pero no tenía ninguna intención de convertirse en uno. Hay muchas cosas que no puedo comprender en el mundo de la reencarnación. Una de ellas es que la gente piense que solo los niños pueden recordar vidas pasadas, y que además, sus testimonios sean más fiables que los de los adultos. Esto, desde mi punto de vista, es totalmente falso, especialmente cuando en la mayoría de los casos los investigadores recogen sus testimonios años después de que todo haya sucedido. Sobre la supuesta fiabilidad de lo que dicen los niños, ya hablé en mi otro blog Soy reencarnacionista, así que hoy haré mayor inciso en otras cuestiones. Las generalizaciones abundan. Abundan demasiado. Estas generalizaciones suelen tener su origen en los escasos estudios científicos que existen sobre niños que supuestamente recuerdan vidas pasadas. No sé si es culpa de los propios investigadores, que olvidan explicar bien las cosas, o es culpa de los lectores no familiarizados con el trabajo de investigación, que no saben que los resultados de un estudio no son extrapolables a todos los casos de reencarnación que hay en el mundo. Las conclusiones de un estudio se circunscriben a ese estudio. En el mejor de los casos, si estamos hablando de todos los estudios publicados hasta el momento, se circunscriben a ese conjunto de estudios. Las conclusiones a las que se haya llegado no son definitivas ni inamovibles, ni son aplicables a toda la humanidad desde el comienzo de los tiempos. La ciencia evoluciona. La ciencia puede equivocarse. Los investigadores pueden interpretar mal los datos. ¿Queda esto claro? Si la respuesta es sí, avancemos un poco. A continuación voy a centrarme en el tema que me ocupa hoy, que es un artículo muy interesante de Erlendur Haraldsson, titulado “Children Who Speak of Memories of a Previous Life as a Buddhist Monk: Three New Cases”, y publicado en 1999 en la revista Journal of the Society for Psychical Research. Si alguien quiere leerlo en su totalidad, puede encontrarlo pinchando en el título.
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AutoraMi nombre virtual es Eowyn. Llevo desde 2011 investigando y experimentando la reencarnación. Este blog es solo una mínima parte del resultado. ¡Sígueme en Telegram!
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Abril 2023
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