Las generalizaciones abundan. Abundan demasiado. Estas generalizaciones suelen tener su origen en los escasos estudios científicos que existen sobre niños que supuestamente recuerdan vidas pasadas. No sé si es culpa de los propios investigadores, que olvidan explicar bien las cosas, o es culpa de los lectores no familiarizados con el trabajo de investigación, que no saben que los resultados de un estudio no son extrapolables a todos los casos de reencarnación que hay en el mundo. Las conclusiones de un estudio se circunscriben a ese estudio. En el mejor de los casos, si estamos hablando de todos los estudios publicados hasta el momento, se circunscriben a ese conjunto de estudios. Las conclusiones a las que se haya llegado no son definitivas ni inamovibles, ni son aplicables a toda la humanidad desde el comienzo de los tiempos. La ciencia evoluciona. La ciencia puede equivocarse. Los investigadores pueden interpretar mal los datos. ¿Queda esto claro?
Un parte que me ha resultado bastante interesante es cuando al principio se describe brevemente cómo se determina en países como Sri Lanka, Birmania o Tailandia que un niño que quiere ser monje budista tiene recuerdos de una vida pasada como monje. Parece ser que eso les da una ventaja especial para alcanzar puestos importantes dentro de la comunidad religiosa. Es bastante curioso. Es frecuente que la gente no dude ni un ápice cuando oye que el Dalai Lama tiene recuerdos de vidas pasadas, porque dan por supuesto que el Dalai Lama es alguien súper-espiritual y su buen karma le permite recordar (no como el resto de mortales que recordamos vidas pasadas, que seguro que nos lo estamos inventando todo), pero cuando ves la descripción del proceso, te das cuenta de que la fiabilidad del mismo deja mucho que desear. Yo creo que es cuestión de azar más que otra cosa. Vamos, que hasta mi primo de tres años pasaría las pruebas y sería declarado directamente Dalai Lama… o incluso mi gato, para los que crean en la reencarnación en animales. En serio, conozco casos de adultos mucho mejor investigados y verificados en el mundo occidental. Pero dejaré que esto lo descubra el lector por sí mismo (a no ser que alguien me pida expresamente una traducción en los comentarios).
Otro comentario digno de resaltar es que en las escrituras del budismo Theravada, escritas en el primer siglo antes de Cristo, ya existen referencias a una facultad especial a través de la cual se podían obtener recuerdos de vidas pasadas, lo que permitía a la persona experimentar la verdad de la reencarnación por sí misma (también dice el karma, pero aquí habría mucho que discutir, así que lo dejo para otra ocasión). Esta facultad —afirman las escrituras— se puede obtener a través de un entrenamiento especial de la mente. ¡Qué sorpresa! Si eso es lo mismo que digo yo en todos mis blogs… Claro que como yo no soy budista a mí me toman por el pito del sereno, qué le vamos a hacer.
Pero vayamos a lo importante del artículo. En el budismo Mahayana algunos niños que se seleccionan para ser lamas se consideran monjes renacidos. En el budismo Theravada, propio de Sri Lanka, no existe esta tradición, pero aún así a veces aparecen niños que dicen recordar haber sido monjes en una vida anterior. Los tres casos del estudio son niños de Sri Lanka que desde muy temprana edad hablaron de una vida pasada en la que fueron monjes budistas. Los tres presentaban signos de comportamiento además de supuestos recuerdos. Entre los dos y tres años ya mostraban gran interés por el budismo y mostraban un comportamiento que se considera el ideal para un monje budista. Querían vivir como monjes e incluso manifestaron el deseo de unirse a una orden budista, causando a veces gran angustia en sus padres. En dos de los casos los padres eran budistas, pero en el tercero eran cristianos, aunque no es que estos últimos se desvivieran por cumplir con los preceptos de su religión. Se intentó en cada uno de ellos encontrar a la posible personalidad pasada, pero solo se pudo resolver uno. El autor comenta además que de todos los casos de Sri Lanka investigados por él (60 hasta la fecha del artículo), solo un tercio se ha podido resolver, así que podemos decir que al menos la muestra seleccionada es representativa del conjunto de la población estudiada, no como hacen otros científicos que seleccionan solo lo que les interesa para “demostrar” su hipótesis.
El caso de Duminda Bandara Ratnayake.
Entre los signos de comportamiento, quería llevar la ropa como lo hacían los monjes, quería que le llamaran “Podi Sadhu” (pequeño monje), cada mañana y cada tarde iba a una capilla cercana a su casa, visitaba el templo con frecuencia y cogía flores para depositarlas a la manera budista. La limpieza era muy importante para él, no quería jugar con otros niños, y quería convertirse en monje y llevar un hábito de monje, algo que su madre muy raramente le dejaba hacer. Además, le gustaba recitar estrofas religiosas en pali, una antigua lengua del budismo cingalés, aprendido y utilizado únicamente por monjes.
Tiempo después, cuando Duminda tenía cinco años y cuatro meses de edad, cuando la muerte del monje superior del monasterio Malvatta fue anunciada en la radio, Duminda afirmó espontáneamente que le había conocido.
Los investigadores consiguieron hacer una lista de los posibles candidatos a ser la persona a la que se refería Duminda. De todos ellos, solo uno reunía todas las características que él había mencionado: Gunnepana Saranankara, fallecido en 1929. Varios monjes del monasterio recordaban que había tenido un coche de color pardusco o rojo. Un testigo añadió el detalle de que el coche era descapotable. Gunnepana murió de un ataque al corazón, aunque parece ser que no murió en el hospital, sino en el propio monasterio después de que se llamara a un médico. Gunnepana tenía un gramófono, así que podría ser que Duminda, que jamás había visto uno, no reconociera la diferencia entre una radio y un gramófono. Un testigo recordó que Gunnepana era aficionado a la música y que durante el tiempo que él estuvo en el monasterio como monje superior (de 1921 a 1929) hubo más música que nunca antes o después. No todos los monjes dan sermones, pero Gunnepana sí lo hacía, recitando estrofas y sosteniendo el abanico al principio del sermón. Un testigo no estaba seguro de si Gunnepana tenía un elefante, pero sí recordaba que uno de sus discípulos había capturado uno y lo había llevado a un pueblo que Gunnepana visitaba con frecuencia. Se había interesado mucho por él. El elefante murió poco antes de que Gunnepana muriera. Además, se sabe que en el monasterio Asgiriya había habido varios elefantes que se utilizaban en días festivos.
Parte 2.