Me voy a centrar primero en la visita a la exposición. Yo no viví el Holocausto tan de cerca como una de las batallas navales que se describían en el Museo Naval de Madrid, así que en ese sentido la visita fue menos interesante. Pero acudir a una exposición de estas características lo considero una obligación, igual que seguir viendo vídeos de mataderos o duras imágenes de la industria cárnica actual. No puedes darle la espalda a la realidad, no puedes olvidar el pasado. Y las emociones que revolvió me han llevado a investigar más sobre mi abuelo de mi vida inmediatamente anterior a esta. Creo que he averiguado quién es, con nombre y apellidos. Aún no lo puedo decir seguro porque no está completamente verificado, pero quizá haya dado un paso más en esa búsqueda.
Siento interrumpir el hilo que estaba siguiendo con mi vida cátara (que estaba en lo más interesante), pero la actualidad manda. Suele pasar cuando recuerdas múltiples vidas pasadas. Y es que el martes 23 de enero tuve la oportunidad de ir a la exposición sobre Auschwitz que estará en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid hasta mediados de junio. Se la recomiendo a todo el mundo. Aunque personalmente no me impactó demasiado porque casi nada de lo que vi era nuevo para mí, la visita sí que me dejó una sensación extraña. Dos días después publiqué un tema en Foro Reencarnación con gran parte de las fotos que hice. Pretendía ser un hilo objetivo orientado a que las personas que vivieron en la Segunda Guerra Mundial puedan obtener verificaciones, pero como es usual en estas ocasiones, no tardaron en aparecer comentarios que obligaban a profundizar en el Holocausto desde una perspectiva más personal. Los reencarnacionistas que de alguna manera u otra lo tuvimos cerca tendemos a huir de este tema. Remueve demasiadas emociones y enfrenta a personas unidas por una gran amistad pero que a veces tienen pasados muy distintos e irreconciliables. Yo creo que hablar es bueno, pero eso no quita que hablar duela. Me voy a centrar primero en la visita a la exposición. Yo no viví el Holocausto tan de cerca como una de las batallas navales que se describían en el Museo Naval de Madrid, así que en ese sentido la visita fue menos interesante. Pero acudir a una exposición de estas características lo considero una obligación, igual que seguir viendo vídeos de mataderos o duras imágenes de la industria cárnica actual. No puedes darle la espalda a la realidad, no puedes olvidar el pasado. Y las emociones que revolvió me han llevado a investigar más sobre mi abuelo de mi vida inmediatamente anterior a esta. Creo que he averiguado quién es, con nombre y apellidos. Aún no lo puedo decir seguro porque no está completamente verificado, pero quizá haya dado un paso más en esa búsqueda. Aunque ya no me preocupe tanto como al principio la posibilidad de que mis recuerdos se contaminen por algo que haya leído o visto en un documental, siempre intento ser paciente y esperar a tener bastante información sobre una vida pasada antes de investigarla. Pero, a veces, es imposible mantenerte lejos de las influencias externas, especialmente cuando se trata de hechos históricos tan conocidos como la cruzada albigense. Además, es tanta la leyenda construida alrededor de los cátaros que es difícil determinar dónde empieza la historia. ¿Qué se sabe de verdad sobre los cátaros? Pues aunque hay buenos documentos históricos y cientos de libros escritos por historiadores sobre ellos, en realidad lo que se sabe es más bien poco.
En julio del pasado año habían pasado solo unos meses desde mis primeros recuerdos de la vida cátara. Como desde el principio había surgido la palabra “Carcassonne”, era bastante evidente que podía estar hablando de una vida cátara. Pero me había abstenido completamente de investigar más. Entonces recibí un mensaje inesperado. Una chica serbia que había conocido en el foro Military Past Lives pasaba por Madrid, y me preguntaba si podíamos quedar para conocernos. No podía dejar pasar la oportunidad de conocer en persona a la supuesta reencarnación de uno de los personajes más infames de la historia, así que no lo dudé ni un instante. En el pasado habíamos intercambiado mensajes acerca de la Inquisición. Yo había compartido algún que otro detalle de mi vida como monje guerrero, y ella sospechaba que podía haber tenido alguna relación con la Inquisición. Ella estaba mucho más interesada que yo en la historia. Hablamos sobre templarios y cátaros y la posibilidad de que yo hubiese conocido a supervivientes de alguno de esos grupos en mi vida de monje guerrero. Cuando vino a Madrid le conté lo que estaba descubriendo sobre mi vida cátara. Me preguntó si sabía en qué fortaleza se había producido mi muerte. Le dije que no tenía ni idea. Entonces buscó unas fotos en su móvil y me las enseñó sin decirme de dónde eran. Yo me quedé petrificada. Aquello se parecía muchísimo a lo que yo había visto en mis recuerdos. Era Montségur. Lo he dicho muchas veces. Lo que realmente importa en tus vidas pasadas, lo que realmente importa en nuestra vida, es la relación con otras personas. Cuando has recorrido unas cuantas épocas, a veces incluso desde la prehistoria, pasando por la Edad Media, hasta nuestros días, al final te das cuenta de que el tiempo, la era en la que vives, es tan solo un escenario. Lo que más vas a recordar son las relaciones que tuviste con la gente, con tus parientes y amigos, con tus compañeros de trabajo. Y a través de esas relaciones, tu comportamiento, tu forma de reaccionar frente a determinadas circunstancias, llegas al autoconocimiento. Por lo general, los miembros de tu grupo de almas, los que reencarnan contigo vida tras vida, se ofrecen a jugar un papel contrapuesto al tuyo. Puede que creas que son tus enemigos, cuando en realidad es un acto de amor.
En mi vida cátara fue muy importante mi familia. Me ha resultado extraño recordar a una descendencia tan numerosa, porque en casi todas mis otras vidas —al menos las que he recordado, claro— solo tuve un hijo o dos, y no los vi crecer, bien porque murieron en la infancia, o bien porque yo morí en mi madurez. Ya había sentido un fuerte amor paternal por un hijo que adopté en mi vida de pretoriano romano, pero jamás había sentido tal amor maternal por unos hijos que seguramente ya rondaban la treintena. Ya mencioné a mis dos hijos mayores en la anterior entrada. Identifiqué al primogénito como H, es decir, mi soulmate. Lo que no sabía aún es que precisamente este hijo es el que me iba a hacer reflexionar sobre los aspectos religiosos de esta vida. Todavía no he llegado a dilucidar en profundidad cuáles eran los principales escollos en nuestra relación, pero intuyo que fue más serio de lo que me gustaría reconocer. Así se presentaron los nuevos recuerdos: |
AutoraMi nombre virtual es Eowyn. Llevo desde 2011 investigando y experimentando la reencarnación. Este blog es solo una mínima parte del resultado. ¡Sígueme en Telegram!
Categorías
Todo
Archivo
Abril 2023
Donaciones
¿Es mi blog útil para ti?
¿Te gustaría apoyar mi causa? ¡Gracias! |