Aún recuerdo la primera vez que me llegó esta vida en una de mis sesiones de autohipnosis. La pregunta que había hecho era: “¿Qué es lo que me produce esta ansiedad?” Y suelo olvidar con frecuencia que la ansiedad de Roderic debió ser equiparable, o aún mayor, a la de Katrina en medio de la guerra. Me centro en lo que le (me) hicieron, en cómo acabé en la horca, en cómo nadie me escuchaba cuando les decía que no podíamos quedarnos con los brazos cruzados ante tanta injusticia. Y me olvido completamente de cómo Roderic debía sentirse en su interior, de todo el dolor y la frustración que debía llevar desde pequeño, cuando fue testigo de cómo su (mi) madre era violada antes sus (mis) ojos sin poder hacer nada para evitarlo. Como se ve, incluso hoy me es difícil referirme a él en primera persona. Dicen que esto lo hacemos cuando es necesario distanciarse de ciertos recuerdos traumáticos. Y la razón por la que evito hablar del dolor de Roderic (mi dolor) es simple, creo: me enseñaron que un hombre no lloraba, me enseñaron que un hombre debía ser fuerte. Es fácil expresar mi dolor en mi vida actual cuando pienso en Katrina. No es para nada fácil hacerlo cuando pienso en Roderic.
Creo que solo me ha pasado con esta vida pasada, sentirme atraída o identificada físicamente con determinados tipos de hombre que me recuerdan mucho a él. La primera vez me pasó con un cantante de un grupo de rock, que es alto, desgarbado y lleva el pelo muy largo y rizado. Esto fue antes incluso de tener recuerdos concretos. Más tarde comprendí que esa atracción era porque se parecía a Roderic. Más tarde me pasó con un personaje de la película El hobbit, Bardo. Además de tener pelo largo y rizado, y llevar un arco, es un hombre muy independiente, preocupado por la justicia, y a quien nadie escucha. Y últimamente me siento atraída hacia el personaje de Canción de hielo y fuego, Jaqen H’ghar: qué sorpresa, tiene pelo largo, rizado, le interesa mucho la muerte, es independiente, la primera vez que aparece es un prisionero en un carro con barrotes —igual que lo fue Roderic—, y en sus ojos percibo una tristeza y una sabiduría que estoy segura también se reflejaban en los ojos de Roderic. No me vale cualquier foto. Hay una que bien podría ser él en sus últimos días, en la penumbra de la celda, solo y esperando la muerte.