La razón principal por la que estoy investigando más esta vida es porque quería saber si es verdad que esa rigidez o inflexibilidad que parece ser un rasgo de mi personalidad —a la que he hecho referencia en anteriores entradas— proviene de Reginald. Bueno, ya sé que al ser un rasgo de mi personalidad, no es que solo pertenezca a Reginald. Sé que es un rasgo que ha estado presente, en mayor o menor intensidad, en muchas de mis otras vidas, especialmente cuando he sido capitán de barco (por la cuenta que me traía) o cuando se trataba de perdonar malas decisiones (mías o de amigos cercanos). Lo que quiero saber es hasta qué punto estaba presente también en Reginald. Pero de esto me ocuparé en profundidad en otro momento.
Por fortuna las cosas se fueron aclarando. Pero empecemos por el principio...
La primera vez que oí ese nombre fue, como suele ocurrir muchas veces, en respuesta a una pregunta que me hice en medio de una regresión: “¿Quién me ha enseñado estas cosas?” Mi pensamiento se fue directamente a mi instructor, y oí una voz que procedía de mi juventud: “La Inquisición destruye libros, Antóine”. Nuestra labor —la de la hermandad secreta— era conservarlos. Y por ello ahí me veía, ocultándonos en una cripta de un castillo con legajos y reliquias que nos podían conducir a la muerte si éramos capturados con ellas.