Con el tiempo he aprendido que preguntarse los porqués es una pérdida de tiempo. Lo importante es que la ansiedad está ahí. Da igual si está provocada por el pasado, el presente, o una mezcla de los dos. La cuestión es que si hay algo que te está afectando, tienes que resolverlo. Y estoy segura de que la mayoría de las veces, la mayoría de las personas, no utilizan las herramientas adecuadas y el problema se perpetúa en el tiempo, a veces durante toda la vida. Espero que a mí no me pase esto.
La tensión que notaba en el cuello y en los hombros ha desaparecido casi completamente. La ansiedad aún no. A veces aún siento algo de inestabilidad cuando salgo a pasear o a algún centro comercial. El otro día me ocurrió mientras comía en un restaurante. Fue entrar en la sala y notar un agobio instantáneo. Aún no sé si es mi propia sugestión o si fue realmente la causa, pero cuando analizo lo que pasó, lo único inusual que había era un bebé llorando cerca. Por alguna razón eso me afectaba, quizá. Cuando noto la ansiedad o el cuello cargado, enseguida respiro profundamente y trato de controlar mis pulsaciones, y después de unos minutos la mejoría es evidente. Cuando medito o hago autoreiki, la mayoría de las veces no me viene nada. Pero otras veces siento la tristeza en mi corazón y siento que es Roderic, que poco a poco va descargando sus emociones. También me han estado llegando flashes espontáneos en estado de vigilia o antes de dormirme, generalmente de escenas felices de la infancia y adolescencia de Roderic.
Ayer por la noche volví a meditar. Volví a llorar, y luego escribí a mano lo que había sentido. Esta vez sí que pareció fluir mucho mejor.
“El dolor está en la base de todo. Eso es lo que aprendes cuando llevas un tiempo recordando vidas pasadas. Sigue siendo difícil llegar a Roderic, pero su dura coraza se va agrietando y hay puntos por los que se resquebraja. Cuando encuentro un rato para meditar y calmar mi ansiedad, que aún se dispara a ratos, ya no siento tanta tensión. Ya no hay tanta ira ni tanta culpa, pero sigue habiendo una inmensa tristeza que cuesta disolver. Las lágrimas siguen congeladas, y solo cuando brilla un poco el sol se deshielan y caen. Me recuerda al Muro de la saga Canción de Hielo y Fuego.
Estos días cualquier prenda de ropa rozándome el cuello me agobia muchísimo. A veces aun sin ninguna prenda siento la opresión. Sé que no solo es por el recuerdo de la soga asfixiándome, sino por todas las cosas que quise decir y no pude, porque sabía que ya me habían juzgado y no me iban a escuchar. Llevaba años tratando que me escucharan, pero nadie quería luchar.
“¿Qué es lo que sientes mientras estás muriendo?”, alguien pregunta. “Lo de siempre”, respondo. Es decir:
Miedo.
Desprecio.
Ira.
Es una vida desperdiciada.
Y además...
Aún quiero luchar.
No me rendí. Dejé que me vencieran. Ellos ganaron, porque hice justo lo que ellos esperaban que hiciera.
TRISTEZA. ¿Es posible que las lágrimas se acumularan bajo mis párpados mientras moría?
De pequeña me leí Miguel Strogoff, de Julio Verne. Siempre he pensado que es el mejor de sus libros, aunque no sea de los más conocidos. Jamás he olvidado una escena: cuando le queman los ojos con una espada incandescente, todos pensábamos que Miguel Strogoff se quedaba ciego. Pero al final descubríamos que había conservado la vista porque las lágrimas acumuladas bajo sus ojos al pensar en sus seres queridos habían actuado de barrera y habían impedido que la córnea sufriera daños. ¿Es eso posible?
Lo sea o no, Roderic solo ha empezado a llorar ahora.
Me han venido muchos flashes aleatorios estos días, algunos de ellos felices. Pero muy pocos con mi madre. Ojalá pudiera recordarla mejor. Hoy la vi: una mujer de unos 30-35 años que aparenta mayor edad, con el pelo largo, revuelto y ondulado, ojos tristes y llenos de miedo. Pero igual que yo no demuestro mi dolor, ella no demuestra su miedo. Debí admirarla muchísimo, porque pienso que era muy fuerte... Pero era solo una mujer. Y no pude salvarla, no pude salvarla, NO PUDE SALVARLA...
¿En qué momento pensé que yo sí podía salvarla, siento tan solo un niño? ¿En qué momento decidí que mi deber era protegerla? No lo sé, pero la semilla del dolor fue plantada en ese momento, y poco a poco fue transformándose en impotencia, frustración, rabia, odio y deseos de venganza. Un cóctel explosivo que no es desconocido a ningún ser humano que haya pisado la faz de la Tierra.”