«Este periodo de confinamiento por la pandemia de coronavirus está desencadenando multitud de emociones que como es lógico me llevan primordialmente a la Guerra Fría o a la Segunda Guerra Mundial. Ayer tocó esta última. No fueron los recuerdos más traumáticos, pero sí los que traen la misma sensación que tengo ahora: la de incredulidad y miedo por lo que está ocurriendo a mi alrededor, la sensación de que nos están robando un futuro que podría haber sido, al menos, medianamente feliz.
Lo mejor es que me llevó a la época de estudiante de enfermería, y vi cosas que no había visto antes. Me vino el nombre de Bulovka enseguida, cuando hacía años que ni lo leía, así que tengo más claro que nunca que ese fue de hecho el hospital en el que estuve. Veo unas ventanas grandes divididas en cuadritos, con los marcos en blanco. De las fotos que he visto, que busqué esta mañana, no me acaba de cuadrar del todo por el tamaño de las ventanas, yo las veía mucho más grandes mientras que en las fotos parecen ser pequeñas, pero sí que hay cierta similitud.
Lo que más cuadra es que yo siempre tuve la sensación como de que estaba “en las afueras”, de que iba andando todos los días aunque se podía ir en tranvía (yo evitaba cogerlo porque costaba dinero), y aquel día que me encontré con un camión de frente, yo iba hacia el hospital y era medio de arena. Bueno, pues esto sí que concuerda con las fotos, porque lo estaban construyendo aún. Ahora el lugar está totalmente distinto. A mí me vino con mucha fuerza el año 1936 (tendría unos 15-16 años), aunque no sé cuántos años estuve estudiando. Pero si la ocupación alemana fue en 1938 o 39, no recuerdo muy bien, también concuerda totalmente, porque en ese entonces yo ya estaba trabajando o al menos haciendo prácticas en ese hospital.
También tuve la sensación de que no llegué a graduarme, quizá porque no pudieron celebrarse los exámenes a causa de la guerra, me imagino que se paralizaría todo igual que ahora con el coronavirus.
Vi un aula, no muy grande (más o menos como las clases que tenía en el colegio), con pupitres grandes de madera ligeramente inclinados. Vi una libreta que llevaba, con el papel un poco amarillento y con líneas. Utilizo mucho el lápiz. Tenemos que aprender cálculos para las dosis. Vi un manómetro para medir presión arterial, con esfera de cristal y aguja. Vi que las botellas de suero suelen ser de cristal, como las jeringas, que tienen el émbolo de metal (supongo que las reutilizamos). Vestimos de blanco con cofia, y hay algunas enfermeras que son religiosas y llevan su toca (o como se llame), pero nosotras no. Vi a una de mis profesoras, una joven de unos 30 años, bastante simpática, que le gusta enseñarme. Poco más…
Ah, sí, viene un doctor y nos colocamos todas en fila casi como si fuéramos militares y él pasara revista. Tenemos que tener el uniforme impecable.
Me pregunto si seré capaz de ejercer bien mi labor cuando tenga que tratar a algún paciente.
Luego volví a ver el piso de Praga, y cómo intento estudiar en mi cuarto, en ese escritorio, y me molesta que Heinrich me diga que tengo que ocuparme antes de mis labores domésticas y luego ya ponerme a estudiar.
No hubo mucha conexión emocional ni cognitiva. Más que nada era esa sensación, de que de pronto las cosas cambian y no sabemos qué va a ser de nuestro futuro… que yo solo quería ser enfermera y vivir en paz, pero ahora las cosas andan revueltas y puede pasar cualquier cosa. Siento rabia y frustración. Veo como si pasara por delante de una hoguera en un patio o algo así, donde unos estudiantes están quemando libros. Paso de largo porque no quiere verme envuelta en problemas…»
(Regresión 6-4-2020.)
A la mañana siguiente estuve buscando fotos del hospital de Bulovka por aquella época, a finales de los años 30. Cuando haces una investigación seria, el asesinato de Reinhard Heinrich, que murió en este hospital, lo eclipsa todo. La mayor parte de lo que encuentras se refiere a ese episodio. Eso ocurrió en 1942 y por ese entonces es probable que yo estuviera ya en Francia. Lo bueno es que hay muchas fotos del interior del hospital. Pero lo mejor fue encontrar una página histórica dentro de la propia página del hospital de Bulovka. No me he reconocido en ninguna de las fotos ni reconozco a ninguno de los doctores, pero la familiaridad es total respecto a esa relación que había entre las enfermeras y el médico-profesor, una relación que nada tiene que ver a la que se da en las actuales facultades. La ropa que describo es también muy similar.
Espero de corazón que su final no fuera como el de Katrina.