Katrina... tan pequeña, tan frágil, tan vulnerable. Hoy, mientras recordaba la sesión de ayer por la noche, pensaba en ella como un tierno cachorro que no comprende por qué su dueño le está apaleando. Incapaz de sentir odio, incapaz de morder. Permanece sentado ahí con sus grandes ojos suplicantes, sin derramar una lágrima, quizá sin ni siquiera reparar en que su alma se rompe en mil pedazos mientras el mundo se vuelve loco alrededor. Aún puedo sentir cómo se empequeñece más y más, como la oscuridad absorbe toda su energía hasta que ella no parece más que una niña asustada en un rincón.
Anoche recordé un episodio más de la terrible historia de Katrina. No era nuevo del todo, pues ya hace meses que sospechaba que en algún momento debía haber vivido un derrumbe de un edificio, probablemente una iglesia. Aquella vez lo escribí primero en inglés. Curiosamente también fue en agosto (en concreto, el 17 de agosto de 2015).
“Algo extraño me sucedió hoy. Estaba sentada en el sofá con mi gata, dando cabezadas. Últimamente mi único problema físico ha sido la falta de sueño (y un poco de dolor de cabeza), debido a la música alta que tuvimos durante todo el fin de semana en nuestra calle. Empecé a sentirme deprimida, con deseos de llorar y un fuerte dolor en mi corazón. Se sentía como una vida pasada, pero no sabía precisar cuál.
De repente empecé a recibir algunos flashes. Un “boom”, montones de polvo blanco, escombros todo alrededor. Parecía que estaba dentro de un edificio de techos altos (¿una iglesia?). La parte derecha está oscura, a la izquierda veo luz que entra. Siento el miedo y la ansiedad, solo quiero salir, y empiezo a toser a causa del polvo. Parece que no hay demasiada gente conmigo, aunque tengo otro flash de un hombre mayor tratando de agarrarme. No estoy segura de sus intenciones, pero creo que solo quería ayuda.
Veo las palmas de mis manos ennegrecidas, intento quitar algunas piedras con mis dedos, pero son demasiado pesadas.
Traté de obtener algún dato, pero no me vino nada. Mi intuición era que ya estaba muy deprimida, pero mi soldado aún vivía (no por mucho tiempo). Llevaba una falda, posiblemente gris.”
Al final conseguí salir. Necesité unos minutos para recuperar mis fuerzas, sentada en la acera. Pero el shock no desapareció tan fácilmente. Volví al cuartel y mis compañeras me curaron la herida en la enfermería. No sé cuándo ocurrió esto. Si hago caso a mi primera intuición, fue poco antes de que muriera mi novio. Sí sé que es un incidente más que contribuye a mi depresión. Mi estado emocional era como el previo a un ataque de ansiedad, poco a poco transformándose en locura. Con frecuencia me veo acurrucada en un rincón, en mi cama, situada debajo de una ventana. Pienso que ojalá pudiera volver atrás en el tiempo, ojalá pudiera volver a Praga y no moverme de allí jamás, ojalá estuviera cerca mi novio para abrazarme con fuerza, ojalá no hubiera guerra, ojalá pudiera acabar con todo... Es como sentir que se te escapa la energía con cada respiración, que algo trata de engullirte, que te arrastran hacia el abismo y no hay manera de soltarte. Solo quería llorar y gritar, llorar y gritar, estaba llena de rabia, impotencia y desesperación, y ni siquiera era capaz de encontrar a quien culpar, porque incluso era consciente de que aquel oficial que abusó de mí también era una víctima de la guerra.
Las lágrimas rodaron sin tregua mientras meditaba, pero sigo sintiendo que Katrina no derramó ni una sola. Estaba completamente paralizada, sin saber qué hacer, sin saber cómo reaccionar, llena de miedo, sin esperanzas, sola como siempre lo había estado... igual que un pequeño insecto atrapado en la tela de una araña.