Me he preguntado con frecuencia qué es lo que desencadena un recuerdo de vida pasada. Así que estoy observándome continuamente para dilucidar qué factores influyen en ello. Parece que siempre hay algo en común: suele ser un pensamiento convertido en patrón mental que condiciona tu forma de pensar actual, o bien, con mucha más frecuencia, una emoción. A veces esta emoción es bastante obvia, otras veces cuesta más identificarla. No sé muy bien qué exactamente desencadenó el recuerdo más reciente que he tenido sobre mi vida como Fritz. Esto ocurrió hace un par de días. Sí sé lo que estaba haciendo. Por una parte, alguien me preguntó sobre algo en concreto de otra de mis vidas pasadas, y yo le hablé de cómo en esa vida no había contado toda la verdad a mi propia familia. Por otra parte, estaba concentrada escribiendo una entrada para mi blog personal acerca del veganismo. Últimamente he estado bastante activa en este sentido, algo que no había hecho jamás en los casi veinte años que han transcurrido desde que tomé la decisión de hacerme vegetariana. Siento que tengo que hacerlo, que es lo único que puedo hacer para concienciar a la gente y así con el tiempo conseguir que el mundo cambie para mejor.
Aparentemente ser una mujer maltratada, el veganismo y el muro de Berlín no están relacionados de ninguna manera. Y sin embargo...
Llegó la noche y decidí meditar. Es raro que vea algo en estos tiempos. Pero en esta ocasión casi enseguida comencé a ver algo. Me vi a mí misma como Fritz, en primera persona. Vi que estaba descalzo y en calzoncillos paseando por mi casa, por lo que deduje que debía de hacer calor. Podía ver mis piernas desnudas bien formadas, mis brazos (por ese entonces estaba en buena forma), la pulsera plateada en la muñeca derecha (una esclava). Veía la misma decoración de siempre, con tonos claros y crudos. Y sabía que estaba nervioso, aunque todavía no sabía por qué. En mi vida como Fritz estaba nervioso con mucha frecuencia. Para calmar los nervios fumaba cigarrillos.
De pronto noté que había una discusión. Ahora estaba en el piso superior, en la habitación de matrimonio. En la cama estaba mi mujer, vistiendo un atractivo picardías de raso color perla. Pero yo no hago más que pasear de un lado a otro de la habitación. Debe de ser de madrugada, quizá las 4 o las 5 de la mañana, y discutimos porque mi mujer no entiende que no pueda tranquilizarme y ponerme a dormir. Además no le gusta que fume en la habitación, por si caen cenizas en la moqueta, pero yo no lo puedo evitar (y sé que tenemos un cenicero en alguna parte). Yo respiro profundamente y trato de calmarme, sin dejar de echar miradas al teléfono de color verde grisáceo que está en mi mesilla, al lado derecho de la cama. No es la primera vez que revivo una escena similar, en la que me encuentro preso de la ansiedad, pendiente del teléfono...
Nunca suena. Sin embargo, creo que esto no es malo en sí. Sería peor si llamaran, porque eso significaría que las cosas han ido mal. Me estarían avisando de que cogiera las maletas y saliera del país, porque si descubren lo que estoy haciendo, corro peligro...
Nuestras voces han despertado a nuestro hijo. Le veo apoyado en el marco de la puerta de su habitación, con aspecto adormilado. Es pequeño, debe de tener unos 4 años. Voy hacia él y le digo que no pasa nada, que vuelva a la cama. Le acompaño y después decido que me voy a poner una camiseta y voy a salir al porche para no molestar más a mi familia.
Después me veo ahí sentado, fumando y mirando las estrellas. Pienso en todas esas personas que han intentado cruzar el muro de Berlín esta noche. A mí no me dan sus nombres. Solo sé que no es el primer grupo que lo intenta, y que yo pude ayudarles vendiendo información clasificada sobre el muro de Berlín a un ruso. Esto significa que si me cogen mi carrera militar estará acabada y probablemente acabaré en prisión. Tal vez por eso me pongo tan nervioso cuando un grupo cruza el muro. Mi futuro está en juego. Una vez lo hice por dos de mis amigos, y esa vez sí que debía recibir una llamada, cuando estuvieran a salvo en Alemania Occidental. Debido al riesgo que corro, no quiero que mi mujer sepa nada. No quiero que le suceda nada por mi culpa. Cuando ella me pregunta en qué estoy metido, si es algo malo, yo le digo que no se preocupe, que es algo bueno. El silencio es a veces necesario. Tampoco yo debo conocer sus nombres, así correré menos peligro. Aunque daría lo que fuera por conocer solo uno de ellos, por ver una de sus caras. Ojalá pudiera saber que están bien, que ya son libres de nuevo. El silencio y la soledad pesan sobre mí, pero eso es lo mejor.
Con tristeza, pienso que hay cosas que están por encima de otras. Mi deseo de saber no es más importante que la libertad de esas personas. Cuando pienso en el muro me vienen lágrimas a los ojos. Lo vimos levantarse delante de nuestros ojos, y no movimos ni un dedo para impedirlo. Tuve que ver cómo mis amigos quedaban atrapados. Puede que algún día me descubran y acabe en la cárcel, pero eso es lo de menos si he conseguido devolver la libertad a todas esas personas. Nadie se acordará de mí, nadie sabrá quién soy, pero eso tampoco importa.
Mientras pienso en todo esto, me acaricio la barba incipiente cerca de la mandíbula derecha. No duermo mucho esa noche. Lo siguiente que veo es que estoy preparando el desayuno. Mi mujer baja con su uniforme de falda y chaqueta, y le pregunto si quiere café. Tengo un aspecto desaliñado y he decidido que no voy a ir a trabajar. Le pido a mi mujer que se invente cualquier excusa, que diga que he caído enfermo o algo. Aprovecho para ir al supermercado en el coche familiar, mientras en mi mente sigue presente el muro y las personas que cruzaron. Recuerdo a mi abuelo. Solía decirme algo como:
“Nunca tengas miedo de hacer lo que crees que es correcto”.
Sí que estoy asustado, eso no lo puedo negar. Las consecuencias para mí y mi familia pueden ser desastrosas. Pero me siento orgulloso de estar haciendo esto. Hay cosas que están por encima de otras, me vuelvo a repetir. Están por encima de mi propio miedo o el deseo de mi mujer de saber. Hay cosas que se deben hacer sin esperar nada a cambio, sin esperar ningún tipo de reconocimiento. La palabra “traición” (treason) me viene a la cabeza. La traición es un asunto muy serio en el ámbito militar. Recuerdo mi juventud, cuando ya acudíamos a manifestaciones en contra de la construcción del muro. Entonces era aún más rebelde, al menos aparentemente. Porque es ahora cuando me estoy jugando de verdad el pellejo, pero asumo el riesgo.
Siempre diré que es muy curioso cómo nuestras vidas se entrelazan unas con otras, y cómo siempre podemos encontrar inspiración en ellas para emprender acciones en la vida actual.