Creo que su debut fue tan impresionante que merece aparecer por completo. Por cierto, parece que esta vez el trigger fue la película Frankestein de Mary Shelley (la que protagonizaban Robert de Niro y Kenneth Branagh), posiblemente por los vestidos de época.
Me vino a la mente la imagen de una cara, muy clara: era la cara de un hombre joven, como de 25 años, con pelo castaño y rizado, por los hombros. Viste ropa de época: chaleco, levita, pantalones de media caña, sombrero. Su piel es más bien pálida, ojos grandes, expresión no sonriente pero sí afable. Y además enseguida me vino un nombre: Étienne.
Al principio, fecha y lugar sin determinar. Imágenes muy claras de un pueblecito costero, con acantilados, típico paisaje brumoso y húmedo, con fuerte oleaje, y una casita de madera en las alturas. Casita bastante solitaria en principio. Veo a Étienne cerca de mí. Su ropa es como de terciopelo, pero no sé qué relación tengo con él, ni sé lo que me dice. Empiezo a ver imágenes bastante violentas y confusas. Poco a poco comienzo a verme las manos y a formarse en mi mente la imagen de mí mismo: me parezco un poco a Étienne. Tengo también melena castaña, aunque menos rizada y de color algo más rubio. Más o menos la misma edad. Vivo en la casa con mi mujer (no la llego a ver), y veo una cuna de madera de forma bastante curiosa, por lo que deduzco que al menos tengo un hijo pequeño (tampoco lo llego a ver). Me veo con una pequeña navaja comiendo fruta. Sé que no tengo armas, pero por alguna razón cojo un hacha… y sé que es para defender a los míos de algo.
(Regresión 1-11-2012).
En otra regresión supe que Étienne era quizá uno o dos años mayor que yo. Le vi muy claramente, con una sonrisa encantadora y pelo castaño ligeramente ondulado. Supe que su padre tenía alguna relación con las “fuerzas del Estado”, o sea, era una especie de policía o soldado o algo así, y gracias a su influencia Étienne pudo llegar a ser lo que hoy llamaríamos un teniente de alcalde. Yo, por el contrario, era de origen más humilde. Perdí a mi padre en la adolescencia (nos abandonó), y tuve que trabajar para llevar dinero a casa desde muy joven. Primero fui pescador, pero no era un trabajo que me apasionara. Al mismo tiempo, me convertí en aprendiz de carpintero, hasta que pude abrir mi propio negocio. Cuando el descontento general en el pueblo dio lugar a las primeras protestas, las diferencias entre Étienne y yo comenzaron a ser evidentes.
Veo a Étienne, de nuevo vestido muy elegante, pero con ropa distinta a la del otro día. Lleva un pañuelo blanco al cuello, y está enfadado conmigo, porque participé en una revuelta. No se lo cree y me lo pregunta varias veces: “¿De verdad estuviste allí?” En esa revuelta las cosas se desmadraron y los del pueblo acabaron matando (linchando) a un gobernante, diría. No estoy orgulloso de lo que pasó, pero Étienne no lo llega a comprender. Él es de clase más alta que la mía, somos amigos, aunque no sé por qué. Me dice que estoy loco, y yo le respondo: “¿Qué quieres, que te diga que no estoy contento? Pues no es así. Sí, estoy contento de que lo hayan matado, no podemos dejar que se rían de nosotros”.
Pero las cosas no están muy claras. Al preguntar si esto ocurre antes o después de la muerte de la mujer, tengo la impresión de que ocurre después. La ajusticiaron por un delito menor, si es que hubo algún delito. Étienne dice que su delito quedó probado, pero yo sigo pensando que fue injusto. De nuevo, no pienso que me una nada muy especial a esa mujer, simplemente es una amiga o conocida. Pero lo que hicieron no tiene perdón.
Mi intuición me dice que Étienne en realidad está tan enfadado porque sabe que las consecuencias van a ser brutales. Si el pueblo se rebela, el castigo va a ser para todos y no tendremos con qué defendernos…
(Regresión 7-11-2012).
Hablé con Étienne de ello. Al principio incluso confié en él, aunque se había convertido en un estirado. Me dolía la forma tan distante con la que me trataba, después de haber crecido juntos. A pesar de ello, por un tiempo consideré que era una especie de cómplice que teníamos en el Ayuntamiento, iluso de mí. Llegó a prestarme algún arma, y sabía que a él tampoco le gustaban las actuaciones del gobierno, aunque no pudiera mostrarlo abiertamente. Le contaba qué estaba pasando, pero no me daba ninguna solución, solo promesas vacías que dudaba que fuera a cumplir. Realmente pensaba que nos podía ayudar, que podía interceder a nuestro favor para que el gobierno nos escuchara. Los comerciantes nos solíamos reunir en una taberna del pueblo, ahí es donde se iniciaron varias de las conversaciones que mostraban el descontento general. Como yo conocía a Étienne, sabía que había que hacer las cosas bien, redactar un escrito y presentarlo en el Ayuntamiento. El problema es que apenas sabíamos leer y escribir, así que nuestra idea era contratar a una especie de abogado para que él redactara ese escrito. Y mientras, yo prometí que iría a hablar con Étienne. Pero poco a poco me fui dando cuenta de que Étienne no pensaba mover un dedo por nosotros.
Primero intenté que me recibieran en el Ayuntamiento.
Vi que iba a una gran sala que podría ser el equivalente al Ayuntamiento o Casa Consistorial. Es un amplio salón, con pesadas cortinas y lujosas alfombras, incluso lámparas caras, diría. Al fondo hay varios hombres vestidos muy elegantemente, entre ellos está mi amigo, pero no parecen prestarme mucha atención. Yo me he puesto mi mejores galas, es decir, llevo una chaqueta tres cuartos con muchos botones, me he recogido el pelo en una coleta como hago a veces, y llevo el sombrero en la mano (típico sombrero de tres picos). Vengo a decirles que no “nos” gusta cómo están haciendo las cosas, y que si siguen así tendremos que tomar una decisión. Hablo en representación del pueblo, o quizá de este grupo que he mencionado. No sé si llega a sonar como una amenaza. No creo que me hagan mucho caso.
(Regresión 13-11-2012).
Fui a ver a Étienne a su casa, y eso me hizo sentir muy mal. A pesar de la amistad que nos unía de pequeños, siento que ahora somos unos extraños. Él se siente superior a mí y yo me siento humillado en su presencia. Cuando voy a su casa, que es una casa muy lujosa de fachada blanca, en el centro del pueblo, me recibe una criada. Él baja y me pregunta qué hago ahí. Hablamos fuera. Le cuento de qué va el asunto, y aunque dice que me ayudará yo sé que solo me está dando largas, y que no piensa interceder por mí. Sin embargo, no quiere decírmelo claramente, y yo creo que por un tiempo espero de él que haga algo porque pensaba que éramos amigos… pero espero en vano.
(Regresión 30-4-2013).