Si de algo sé sobre esto de las vidas pasadas, es de depresión. Si no hubiera sido por ella, quizá nunca habría recordado, y ahora no estaría aquí escribiendo esto en el blog. Desde que recuerdo, la depresión ha perdido fuerza. No puedo decir que haya desaparecido del todo, pero eso es fundamentalmente porque este mundo y los seres humanos que lo habitan me deprimen con sus acciones, día tras día. No en vano a veces me siento como un astronauta en órbita, testigo mudo e impotente de las desgracias que pasan en la Tierra, como en esta canción de la Electric Light Orchestra:
is beautiful and blue
and floating softly through a rainbow
But when you touch down
things look different here
at the mission of the sacred heart
¿O tal vez no?
En una página de Facebook alguien se quejaba porque no quería ver imágenes sangrientas de cerdos sufriendo a causa de la existencia de mataderos que están ahí para satisfacer la demanda de carne del ser humano. Decía que como ella era vegetariana no necesitaba seguir viendo esas imágenes. Yo pensé: ¿y qué hacemos entonces? ¿Dar la espalda a la realidad? ¿Cerrar nuestros ojos? ¿Ignorar lo que está ocurriendo a escasos metros de nosotros? Del mismo modo que el karma no existe, ser vegano o vegetariano no te va a traer la recompensa instantánea de no tener que volver a ver animales sufriendo. Que tú, en parte, ya no seas causante directo de ese sufrimiento, no te exime de la responsabilidad de crear el mejor mundo para vivir. Y no basta con elegir el camino que tú crees correcto y dejar a los demás a su suerte. Si de verdad quieres cambiar el mundo, necesitarás algo más que eso.
Estoy hablando de animales porque soy especialmente sensible a ellos. Por desgracia, lo que acabo de escribir también es aplicable a seres humanos.
Entiendo el dolor de esa persona. Entiendo la rabia que producen ese tipo de imágenes. Ya tenemos suficiente en nuestra vida diaria como para deprimirnos más teniendo que ver todos los días esas imágenes. Sin embargo, creo que es necesario que sigamos viéndolas, para que movamos el culo y hagamos algo para intentar cambiarlo. Eso es la vida al fin y al cabo.
Tal vez sea la época. Pasé un verano bastante tranquilo y divertido, pero octubre suele ser un mes oscuro. Sospecho que Katrina no sobrevivió más de unos meses después de la muerte de Johann, posiblemente acaecida en agosto de 1942. Cuando recuerdo este periodo de la vida de Katrina, desde agosto a noviembre de 1942, más o menos, solo percibo oscuridad. Y cuando conecto con el alma de Katrina, es pura desolación. Vacío. Soledad. Completa ausencia de ganas de vivir. No hay propósitos. No hay motivación. No hay nada. Por no haber, ni tan siquiera queda algo de miedo.
Y de algún modo sientes el daño en la mente. No sé cómo describirlo, pero se siente como si fuera algo físico, algo tan físico como una úlcera de estómago o un tumor en el hígado. Algo no funciona bien. Y si lo dejas crecer, te mata.
Siempre he pensado que la anorexia nerviosa esconde un problema mental mucho más grave, mucho más profundo, algo que va mucho más allá de las habituales explicaciones que encontramos en estos casos. No quiero simplificar la cuestión, ni mucho menos puedo generalizar, pero me pregunto cuántos de estos casos tendrán su origen en vidas pasadas y nunca lo sabremos, porque no se explora lo suficiente. Sí, el desencadenante puede estar en la vida actual, en un excesivo perfeccionismo o en la presión de la sociedad que da tanta importancia al físico, o en las exigencias de unos progenitores que buscan hijos perfectos, pero ¿es eso únicamente o hay más? ¿No funciona también así con los traumas que provienen de vidas pasadas? Suele haber un factor desencadenante… pero la gravedad de la situación suele ser desproporcionada en relación a ese desencadenante. Alguien que es capaz de dejar de comer, sabiendo que eso le puede conducir a la muerte, posiblemente quiere morir. Y si quieres morir, no hay duda de que sufres una grave depresión.
Mi monstruo aún no se ha ido del todo. Buscando en el fondo del corazón de Katrina (y también en el de Susan), aún encuentro miedo, mucho miedo. ¿No es el miedo el que origina también la ansiedad? También hay mucho dolor, el mismo dolor que siento cuando veo una de esas imágenes de cerdos o vacas maltratados. Creo que aún mantengo bloqueado mucho de lo que vi en la Segunda Guerra Mundial. Apenas recuerdo heridos, y sin embargo veo agua teñida con sangre corriendo como un río por la calle… o veo mis propias manos manchadas de sangre según me lavo en una palangana.
Y, sobre todo, siento el agujero en mi corazón.
Pero, ¿qué voy a hacer? ¿Huir de los recuerdos? ¿Huir de la realidad? ¿Ignorar que el mundo en el que vivimos no ha cambiado mucho, a pesar de que la Segunda Guerra Mundial ya acabó? Acabó para mí, pero las guerras siguen existiendo, y los muertos sin sentido también.
La depresión está muy cerca de la locura… o lo que algunos llaman locura, ese instante en el que tú ya no eres tú y has perdido toda capacidad de razonamiento. Como bien dice una canción de Arena, la depresión es como vivir en una habitación hecha añicos, de paredes agrietadas. La depresión te atrapa y trata de ahogarte. Estás rodeado, marcado, por tus viejas heridas. A veces esas heridas son muy, muy antiguas, tanto que la mayoría de las personas ni siquiera tienen memoria de ellas. Pero todo está en tu mente. Y tú tienes el poder de cambiar tu mente.
Living with these ancient wounds
Here in this Darkest House –
Trapped inside those shattered rooms