Pues sí, he descubierto que tengo alma cátara. Jamás me lo imaginé. Pero según iba leyendo el libro La herejía cátara de Jesús Ávila Granados, libro que me recomendó un compañero del foro creyendo que me sería útil, iba cayendo en la cuenta de que ya desde la infancia estaba mostrando algunas actitudes que se podrían decir típicamente cátaras. Más que nada para ordenar en mi cabeza todo este tinglado, he hecho un resumen de mi relación con la religión en mi vida presente, tratando de recapitular cuáles han sido mis sentimientos y acciones durante estos cortos 42 años. También he reparado en algunos detalles que podrían ser solo casualidades, como por ejemplo que mi número favorito haya sido siempre el ocho (por lo visto tenía una simbología especial para los cátaros, aunque no es el único número con simbología). Además, sospecho que muchas de mis intuiciones mientras investigaba mi vida como monje guerrero vienen en realidad de mi vida cátara. Parece que este asunto de la religión trasciende varias vidas hasta llegar al presente, aspecto de la reencarnación que siempre me resulta fascinante.
Bueno, pues mis vidas como cátara y como monje guerrero no son las únicas en las que la religión ha sido muy importante. También sospecho una como mujer, posiblemente en una de las primeras comunidades cristianas (en la que también éramos perseguidos); y otra como monja en un convento, al que no llegué precisamente por vocación, aunque la vida en sí en el convento tampoco estaba mal. Con este pasado, no es de extrañar que siempre haya sentido una gran atracción por la figura de Cristo (no me gusta decir Cristo, prefiero Jesús, porque se refiere a su condición humana, como haría un cátaro). Pero claro, todos en España hemos crecido rodeados de símbolos católicos, con la cruz encima de la pizarra en el colegio, y a los ocho años ya nos estaban metiendo los evangelios por donde podían en Catequesis, así que sentir una atracción por la figura de Cristo (Jesús, quería decir) tampoco sería nada raro.
Llevo días preguntándome si no estaré recordando esta vida y reflexionando sobre todo esto por ser precisamente Navidad, una de las épocas del año que son más sensibles para mí. En mis años de adolescente y primera juventud, me era difícil de soportar por esa sensación tan profunda de ausencia cuyo origen no sabía explicar. Los años que tuve a mi novio inglés, proyecté en él ese sentimiento de echar de menos a alguien que se hallaba en otro país, pero ahora sé que no se debía a él, puesto que me había sentido así antes de conocerle y seguí sintiéndome igual después de romper con él. Ahora sé que es fundamentalmente por la Segunda Guerra Mundial y la última Navidad que pasé en Praga. Pero aquí no hay nada religioso. La parte religiosa me pone de mala leche, más que triste. Pero me estoy dando cuenta de que me pasa como con la política. Toda la vida dije que soy apolítica y no, es más bien al contrario. Prefiero ignorar tanto la política como la religión, porque sacan lo peor de mí, mi vena extremista. Igualmente, toda mi vida he dicho (y digo) que no pertenezco a ninguna religión, y sin embargo lo que más me molesta de la Navidad es justamente la ausencia de sentimientos religiosos. Si de verdad estamos celebrando el nacimiento de Jesús, no lo parece en lo más mínimo. Y no, no soy partidaria de poner belenes en ningún sitio, tampoco en mi casa. Porque me parece más bien un paripé. Todo me parece un paripé, y por eso odio la Navidad. Si realmente eres cristiano y celebras tanto el nacimiento de Jesús, eso debería notarse todo el año, fundamentalmente aplicando el principio de no violencia que él jamás se cansó de predicar. Y el principio de no violencia empieza en la mesa, con lo que comes todos los días. Quizá esto suene muy extremo, pero hoy en día se llama VEGANISMO, y los cátaros, aunque solo eran vegetarianos, no veganos, al menos trataban de llevar a su forma de vida el principio de no violencia. Según escribo estas líneas, pienso cuánto me gustaría volver a montar una comunidad cátara, donde todos viviéramos de acuerdo a los antiguos preceptos. Si es que sigo siendo la misma mujer…