En la página web del alojamiento rural que contraté para pasar esos días jugaban con la palabra “desconectar”. Muchas personas suelen decir que necesitan estos días de vacaciones para desconectar de la rutina, y así olvidarse de sus problemas. En la página web decían que en realidad el proceso era el contrario: cuando pasas unos días en plena naturaleza lo que se produce es una RECONEXIÓN. Antes de irme no sabía si estaba de acuerdo o no con esta afirmación, lo consideraba poco más que una herramienta de marketing. Al volver, aparte de caer irremediablemente en una fuerte depresión post-vacacional que me ha durado de momento dos días, me he dado cuenta de que eso de la reconexión era totalmente cierto, y a varios niveles.
Supuestamente el móvil e internet nos conectan con el mundo. Esto es una gran mentira. Solo son productos de la tecnología, una tecnología que cada vez más nos deshumaniza y nos aleja de la Madre Tierra, de la naturaleza, de nuestra verdadera identidad humana, ligada a este planeta como cualquier otro ser vivo que vive sobre ella. El exceso de información también nos atonta, nos hace creer que “estar conectados” es importante en nuestras vidas. Pero lo cierto es que es como una droga que nos hace olvidar el vacío de la rutina que nos ahoga cada día, y que no nos permite vivir como desearíamos. Yo soy una de esas extrañas personas que me olvido el móvil en casa con frecuencia y no me preocupa en absoluto. Pero también es cierto que utilizo internet bastante para comunicarme con otras personas y expresar todo lo que bulle en mi interior. En la casa rural no los eché de menos para nada. Solo estar más cerca de las montañas hace que aparezca una enorme sonrisa en mi cara, y eso es suficiente para hacerme sentir que merece la pena estar viva. Me volví a sentir humana, me volví a sentir libre.
Pero no fue solo esa vida. Por suerte la depresión post-vacacional me ha hecho conservar un poco el past life mood en el que entré en este maravilloso viaje, y esta misma mañana volví a despertar con flashes de mazmorras y últimos días en prisión, esperando una muerte que parece no llegar nunca, aunque sepa con seguridad que morí —vaya si morí— y de algún modo volví a renacer. Claro que en esto también intervino el final del tercer volumen de la saga Song of Ice and Fire, donde se describe con bastante detalle cómo un hombre es atrapado y ahorcado en un árbol por haber participado en un asesinato.
La cuestión es que una vez que empiezas a recordar vidas pasadas, no hay vuelta atrás. Nunca dejo de preguntarme si todo esto será cierto o no, de cómo puede ser que viviese en otros cuerpos... Nunca dejo de preguntarme cómo puede ser verdad que haya tanta vida después de la muerte, que jamás estemos solos cuando desde aquí parece que todos debemos enfrentarnos a la muerte en soledad. No dejo jamás de maravillarme de todo lo que he descubierto y de lo lejos que me sigue llevando el camino.
Nunca acabaré de entender a esas personas que buscan eternamente el sentido de la reencarnación. Vivir (y morir) es absolutamente maravilloso. ¿Por qué no íbamos a volver?