Siempre acompañada de una gran tristeza, veo cómo estamos subiendo por una ladera bastante escarpada. Yo voy caminando sola, con el cayado y sin peso o quizá una especie de cesta ligera que llevo al hombro. Me canso con facilidad, me duelen los huesos, hace frío. El calzado son unas simples sandalias, con un aire a alpargata, diría. Al principio hay bastante luz, pero hay unas nubes negras aproximándose. El camino no es muy ancho, hay escasa vegetación, como malas hierbas al lado del camino, pero en general es tierra clara y piedras. Desperdigados, veo algún niño, alguna mujer, una mula… alguna carreta con provisiones y con algún anciano o anciana que no puede caminar.
Al final, intenté situarme donde el arco y seguir caminando a ver qué hay más allá. Vi a mi segundo hijo esperándome, me coge del brazo y me dirige dentro, y luego lo que veo es como un recinto cuadrangular, pero irregular, con muros altos. Nos vamos acomodando donde podemos, con la mercancía en un rincón, sitios donde hacer fuego en otro rincón…
De pronto salté a otro momento. Estoy yo sola, parece que explorando la fortificación. La muralla está a mi izquierda, parece un sitio bastante elevado como si fuera por el camino de ronda. La muralla aquí tiene la altura de una persona o algo así, y me encuentro de pronto a dos hombres que parecen guardias, casco ovalado, con una lengüeta para proteger la nariz, cota de mallas. Pero su actitud hacia mí es burlona e incluso humillante (tanto que voy a obviar esta parte). Esta escena me parecía tan rara que me quedé un rato ahí, pensando si eso no sería mi imaginación. Me llaman “escoria hereje” o algo así y se van riéndose. Saben lo que somos, y ellos no son cátaros, claro, pero obedecen a su señor. Tuve la impresión de que nos hemos refugiado aquí pero la fortaleza no es nuestra, es como si su propietario fuera un simpatizante de los cátaros, pero quizá él no lo es. Nos deja estar, pero al final creo que, o bien nos traiciona y deja que entren a por nosotros, o bien se enfrenta a ellos pero ve que no puede vencer y se rinde, entregándonos a la Inquisición (o a los que sean). Aún no estoy segura de si hubo lucha o no, podría ser.
De todos modos, esa actitud me entristece aún más. Me asomo por la muralla (hay una altura considerable), siento el viento en mi pelo. Intuyo que más de uno se arrojó, evitando otro tipo de muerte, que ya pensábamos inevitable. También intuyo que parte de las disputas que hay entre nosotros es justamente por haber venido hasta aquí, quizá alguien de nosotros pidió esa protección, pero esto es una ratonera, y me pregunto “¿Qué estamos haciendo aquí?”
Durante esta regresión me ha venido constantemente el nombre de Puy (aunque ahora dudo si no será por el castillo de Puilarens). Y el otro día, entre sueño y vigilia, me vino de pronto el nombre “Coulvert” o algo parecido.
Los cátaros: problema religioso, pretexto político. (1998). Jesús Mestre Godes.
Crónica según Historia Albigensis.
Crónica según La Canción de los Cátaros.
Resumiendo mucho, el castro de Termes pertenecía a Raymond de Termes, de quien se dice era simpatizante de los herejes, incluso algunos sospechaban que él también era cátaro (esto mismo lo había dicho yo en una de mis regresiones). En Historia Albigensis se afirma que era un "manifiesto hereje". Cuando supo que Simón de Monfort iba a atacar la fortaleza, comenzó a almacenar provisiones y a reunir a caballeros para su defensa. Los cátaros se refugiaron en Termes en agosto de 1210 (curiosamente, yo dije que me parecía que el invierno se aproximaba, lo cual podría dificultar las cosas). Los cruzados hicieron noche en Carcasona (esta localidad debía de estar por tanto muy cerca de Termes, no me sorprende que me viniera ese nombre en mi primera regresión), y comenzaron a preparar máquinas de asedio, como manganas y catapultas, que debían ser transportadas hasta Termes. Parece ser que el ejército de Simón de Monfort pudo avanzar al principio pero después las cosas se complicaron y algunos de sus caballeros y obispos allí congregados comenzaron a abandonarle. Entró en negociaciones con Raymond de Termes, pero este no acababa de aceptar las condiciones. Estaba a punto de rendirse debido a la escasez de agua, cuando llegaron unas lluvias torrenciales que llenaron los depósitos, así que decidió resistir un poco más. Llegaron refuerzos y Simón de Monfort pudo reanudar el ataque. La situación empeoró cuando el agua de lluvia que habían empezado a utilizar para cocinar causó un brote de disentería. Entonces algunos hombres decidieron huir antes que morir de ese modo, sin ser confesados. Reunieron a todas las mujeres en la parte alta de la fortaleza (esto es muy similar a lo que yo recuerdo) y trataron de salir del castillo por la noche, pero los hombres de Monfort los sorprendieron y fueron asesinados. Raymond de Termes fue capturado y murió en una mazmorra años después. El asedio duró hasta el 23 de noviembre de 1210. Si alguien da algún valor a las coincidencias, he de decir que mi primer recuerdo de esta vida me vino un 23 de noviembre, quizá el día en el que se produjo mi muerte.
Pero de ambos relatos, lo que más me intrigó fue esta parte:
Con la esperanza de que ayudaría a persuadir a Raymond para aceptar [las condiciones de la rendición], el Obispo aconsejó además que el Mariscal trajera con él al Obispo de Carcasona, el cual estaba con el ejército, porque era un nativo de la región y era conocido del homicida señor de Termes; es más, la madre del Obispo –una hereje de la peor calaña– estaba en el castro, igual que su hermano William de Roquefort a quien ya he mencionado. William era un hombre muy cruel, que luchaba por superar a otros en hostilidad hacia la Iglesia. El Obispo y el Mariscal se dirigieron de nuevo a Raymond. Los razonamientos fueron sucedidos por súplicas, las súplicas por amenazas, según luchaban enérgicamente para persuadir al tirano de aceptar su consejo y rendirse a nuestro Conde, y en efecto a Dios, de acuerdo a lo que describí arriba. Previamente el Mariscal había encontrado a Raymond obstinado y determinado en su hostilidad; ahora el Obispo y el Mariscal le encontraban aún más obstinado. Inclusó se negó a permitir que el Obispo hablara en privado con su hermano. Sin lograr nada, ambos volvieron al Conde.
Pero quizá lo más impactante de todo fue cuando busqué imágenes de Termes y di con un vídeo que me pone los pelos de punta. Nada más empezar, el camino de tierra es justo igual a lo que describía en una de mis regresiones, cuando vamos subiendo hacia la fortaleza cargando con provisiones. Pero, sobre todo, la puerta que aparece en el minuto 2:21, es exactamente lo que veía desde el principio cuando está ahí mi hijo esperando, y llegamos de noche y está lloviendo. La única diferencia con la foto son esas hierbas que hay en medio del camino, y diría que yo estaba algo más a la derecha, y veía la puerta un poco más ancha. Claro que esa puerta podría ser similar a cualquier otro castillo (supongo)... pero algo me dice que es este el castillo.