Sin embargo, como también pretendo reflexionar un poco sobre lo que supuso para mí emprender este camino, creo que debo contar cómo comenzó todo. Como bien dice el título de la entrada, fue totalmente inesperado. Siempre lo digo, porque muchos escépticos piensan que la gente que cree en la reencarnación o que dice recordar vidas pasadas está totalmente grillada. Eso, en el mejor de los casos. También pueden pensar que los que recordamos ya estamos predispuestos a recordar, porque como ya creemos en la reencarnación previamente, cualquier cosa nos valdrá cuando acudamos a un vidente o a un terapeuta regresivo para que nos cuente cualquier historieta, nos sugestione, y salgamos de allí convencidos de que hemos reencarnado.
Bien, yo no solo no tenía ninguna creencia especialmente fuerte en cuanto a la reencarnación, sino que jamás en la vida acudí a un terapeuta regresivo (mucho menos a un vidente). Todo surgió espontáneamente mientras meditaba. Recalco lo de ESPONTÁNEAMENTE porque investigadores serios de reencarnación dan mucha importancia a este hecho. Sí, hay investigadores serios de reencarnación. No muchos en España, eso es cierto, pero ya sabemos que aquí ni siquiera hay otro tipo de investigación... o al menos no la tendremos mientras no cambie el gobierno. Pero en otros países llevan muchos años haciendo estudios científicos con todo tipo de personas que recuerdan vidas pasadas, tanto niños como adultos. Aunque yo no estoy de acuerdo con algunos de ellos y pienso que no hay nadie mejor para investigar la reencarnación que alguien que realmente sabe de lo que habla, es decir, alguien que recuerda vidas pasadas, los escépticos suelen escuchar a estos “investigadores de salón” más que a los que tienen amplia experiencia en el asunto, como yo. Y estos investigadores afirman que las regresiones no son muy fiables, a diferencia de los recuerdos espontáneos, que son los que surgen en forma de flashes durante el estado de vigilia, en forma de sueños de vidas pasadas, o en estados alterados de consciencia no inducidos, como la meditación.
Eso es lo que me pasó a mí. Por causas que quizá comente más adelante (o quizá no), necesitaba relajarme y comencé a meditar de manera rutinaria. Había practicado unos años antes la meditación, pero hacía tiempo que la había aparcado. El 1 de Agosto de 2011, mientras estaba sentada cómodamente relajada en el sofá, sin ayuda de nada ni nadie, haciendo simplemente unos ejercicios de respiración, de pronto comencé a verme a mí misma como una pequeña de seis o siete años, trotando por el largo pasillo de una casa que enseguida identifiqué como el piso de mi infancia. Lo veía todo a la altura correspondiente de una niña de esa edad. Llegué al final del pasillo, entré en la habitación de mis padres, con su colcha de terciopelo azul sobre la cama y sus muebles oscuros característicos. Volví a salir y entré en el cuarto de baño principal, que estaba justo a la izquierda. Me llamó la atención que lo viese todo con tanto detalle. Era como estar de nuevo allí, físicamente. Salí del baño, recorrí de nuevo el pasillo hasta la mitad, donde estaba el otro cuarto de baño. Era capaz de ver hasta el dibujo que hacían las baldosas del suelo o las filigranas de color grisáceo de los azulejos. Sé que los solía observar con detenimiento cuando... en fin, hacía allí mis cosas. Estuve viviendo en ese piso hasta los dieciocho años. Pero a pesar de haber vivido allí tanto tiempo, en estado de vigilia no es nada fácil recordar esos detalles de tu infancia. Mis propios hermanos me lo confirmaron tiempo después. Les pregunté, y apenas supieron describirme los baños. También me sorprendió que todo lo que vi era coherente con la época de la que hablamos, ya que la casa sufrió algunas reformas posteriormente, y el gran tresillo con rinconera del salón, por ejemplo, había cambiado de tapicería cuando nos mudamos.
Por aquel entonces conocía uno o dos libros de Brian Weiss, posiblemente Muchas vidas, muchos maestros, y por tanto estaba familiarizada con las regresiones hipnóticas. Supuse que de algún modo había podido acceder a mis recuerdos de infancia, así que ordené a mi mente que fuera más atrás. No esperaba tener éxito. Pero entonces vi dos breves flashes: uno de ellos parecía una típica escena del Oeste americano, y en el otro me vi en lo que parecía un país muy frío, en una especie de carromato, junto a un niño rubio que identifiqué como mi hermano. Eso fue todo.
Aunque seguí meditando con la esperanza de que aquello se repitiera, no lo volví a conseguir hasta Diciembre de ese mismo año, cuando comencé a investigar y encontré en internet grabaciones de autohipnosis. Entonces es cuando, como Bilbo, cogí el hatillo y el bastón, y me dispuse a emprender la mejor aventura que he emprendido alguna vez... al menos en esta vida.
No tenía ni idea de dónde me iba a llevar. Este blog (y mi libro La Caja de Pandora) es el resultado. Y puedo asegurar que ya no volví a ser la misma.