Esta semana me ha vuelto a pasar, aunque no era algo del todo nuevo. Volveré a ello más adelante, porque hoy me he puesto a escribir un borrador a mano y he llenado toda una página (no hay más espacio para recuerdos y verificaciones), y además necesito algo más ligero para este domingo que supuestamente es para descansar. Los últimos quince días, desde que volví de mis vacaciones, han sido muy intensos en cuanto a reencarnación se refiere. No he tenido muchos recuerdos nuevos, pero me he pasado prácticamente todo mi tiempo enfrascada en tareas relacionadas con vidas pasadas. Si me pagaran por lo que hago, ya no me volvería a faltar trabajo en lo que me queda de vida. He estado profundizando en el trabajo de Helen Wambach, una psicóloga pionera en el tema de las regresiones, allá por los años 70, y este descubrimiento me ha producido la misma admiración que me produjo el trabajo de Ian Stevenson. El resultado de esta investigación personal saldrá a la luz próximamente en el blog. Por otra parte, no he dejado de pensar en cómo abordar los pensamientos y sentimientos que he estado teniendo últimamente respecto a mi vida pasada como Roderic. Quiero hablar de ello pero es difícil hacerlo por orden y en tan poco espacio. Mientras, no dejo de interaccionar con nuevos y antiguos miembros de los foros que frecuento, de los que siempre acabo aprendiendo cosas nuevas. Y también he de responder mensajes de principiantes con infinita paciencia en mi página de Facebook.
Me temo que no tengo aún respuestas para todas estas preguntas. Sigo teniendo la impresión de que soy la única que habla en serio sobre ello, en público, al menos en el internet hispanohablante, desde una perspectiva diferente a la típicamente “espiritual”. Y lo único que puedo hacer es seguir escribiendo, seguir divulgando, seguir reflexionando. Siento como si no hubiera habido ningún avance, porque resulta que una señora en los años 70 ya había llegado a las mismas conclusiones a las que he llegado yo y otros cientos de personas, y las hemos expresado de manera similar. Me siento como Sísifo: todo el esfuerzo que hago no servirá para nada y dentro de cincuenta años otra persona ocupará mi lugar y se pondrá a escribir lo mismo que yo, esperando que la humanidad, esta vez, escuchará. Pero aun sabiendo todo esto, solo hay una cosa que puedo hacer: dejar mi mensaje aquí fuera para que, tarde o temprano, la gente sepa que la reencarnación es un hecho innegable. Aunque… ahora que lo pienso, quizá sea una tarea absurda, porque cuando se mueran, lo sabrán de todas maneras.