Según las enfermeras y los médicos corrían a la habitación me di cuenta de que no quería estar ahí por más tiempo, así que me desplacé hacia arriba y fuera del edificio hacia el cielo nocturno. Me sentí libre y suelta, y fui atraída hacia las estrellas. Me di cuenta de que podía simplemente flotar sobre las copas de los árboles e ir a casa a visitar a mi familia. Pero la llamada del cielo nocturno era más fuerte. Quería elevarme en el espacio y ser libre.
Me di cuenta de que estaba viajando a la velocidad del pensamiento. Todo lo que tenía que hacer era pensar arriba y me movería hasta que cambiase mi pensamiento, o lo alterase. Eso era sorprendente, y me llevó un tiempo acostumbrarme. Sentí cómo mis antiguos sistemas de creencias me limitaban severamente. Comprendí que mis pensamientos creaban mi realidad de manera instantánea, así que lo mejor era ser claro.
Me di la vuelta, miré atrás y vi la Tierra. Era una joya suspendida en el espacio, ¡tan hermosa! Amaba a la Tierra; de hecho, estaba más apegada a ella que a mi propio cuerpo. Me sentí desamparada al abandonarla, y ahora entendí lo que significaba decir “La Tierra es nuestra Madre. Es un organismo vivo.” Había sido demasiado egocéntrica como para notarlo.
Mientras lo traducía, me estaba emocionando tanto como cuando lo leí por primera vez, por varias razones.
Primero, porque me recuerda muchísimo a la regresión que describí aquí hace poco en la que me vi justo después de la muerte de James en mi vida de la Marina Británica, flotando sobre el barco en medio de la batalla. No me cansaré de repetir nunca que los testimonios de ECM’s y las regresiones al periodo entre vidas tienen muchas similitudes, y la etapa de experiencia extracorpórea es siempre una de las más impresionantes. Conozco decenas de personas que han recordado espontáneamente esos momentos posteriores a la muerte. Aunque la mayoría de ellos no han practicado el desdoblamiento consciente del cuerpo, como yo he hecho, conocen las sensaciones que tienes una vez que te has liberado de tu envoltura física. Es increíble, pero muy pocos investigadores se han dado cuenta de ello y parecen tomar más en serio las ECM’s que los relatos de reencarnacionistas.
No entiendo por qué algunas personas hablan de “conexión espiritual” pero cuando lo hacen parecen referirse solo a los seres humanos (normalmente un pariente cercano o un “alma gemela” hiperromantizada) y sin embargo se olvidan de todos los demás seres vivos que habitan en la Tierra y de la Tierra misma. La conexión no es solo con lo que nosotros elegimos, es con TODO. Como ocurre con tantas otras cosas, es muy bonito decir que todo está conectado, que todos somos uno y que lo que haces o dejas de hacer afecta a lo demás. Es muy bonito creerlo, pero muy pocos lo interiorizan de verdad, muy pocos hacen de esa creencia un verdadero conocimiento que guíe sus acciones. Muy pocos comprenden que si esa conexión es verdadera, es nuestra responsabilidad dejar de hacer cosas que perjudiquen a Gaia y a sus habitantes. Y ahora llega el turno de las excusas, y por supuesto yo me incluyo. Quizá no esté en nuestra mano detener o evitar las guerras que están ocurriendo ahora mismo en muchos puntos del mundo (¿o tal vez sí?), pero sí que está en nuestra mano hacer pequeñas cosas para que haya un poco menos de violencia. Y sí, por mucho que algunos se rebelen, se enfurezcan o nos insulten, me estoy refiriendo en particular a practicar el veganismo y hacer todo lo posible por cuidar el planeta, haciendo el mínimo daño posible a los que habitan en él. No es difícil. En serio no lo es. Pero lamentablemente, la mayoría de las personas se quedan en las palabras.
Tercero, en este testimonio de ECM también encontré otro paralelismo con mi propia forma de pensar. Recientemente hablaba en una de mis entradas de mi otro blog Soy reencarnacionista de que es muy probable que una de las razones principales por las que reencarnamos una y otra vez es simplemente que nos encanta sentir emociones. Siempre suelo decir que cuando estamos en estado espiritual todo debe de ser fantástico: sabemos que la muerte no existe, podemos relajarnos y dedicarnos a otras tareas. Sin embargo, hay cosas que no podemos hacer, hay cosas que sin duda echaremos de menos. Es obvio que estar muerto no puede ser lo mismo que estar vivo en un cuerpo físico. Mucho antes de recordar vidas pasadas, una de las escenas de El Señor de los Anilos que más me emocionaba siempre es cuando Sam le dice a Frodo, en medio de la desolación de Mordor, que le gustaría volver a la Comarca para tomar fresas con nata en primavera. Las fresas con nata (ahora ya nata de coco, por supuesto, sin una gota de sufrimiento animal) siempre ha sido uno de mis grandes placeres terrenales.
—¿Se acuerda de la Comarca, señor Frodo? Será pronto primavera. Los huertos estarán todos en flor y en la Avellaneda los pájaros tendrán listos sus nidos. Comenzará la siembra estival de la cebada en los bancales. La degustación de las primeras fresas con nata. El sabor de las fresas, ¿lo recuerda?
—No, Sam. No recuerdo el sabor de nada. Ni el arrullo del agua, ni el tacto de la hierba. Me hundo en la oscuridad. Siento que no hay nada entre la rueda de fuego y yo. Ahora le veo, con los ojos despiertos.
—Entonces acabemos con él, de una vez por todas. Vamos señor Frodo. Cargar con el anillo no podré, pero sí cargar con usted. ¡Vamos!
Además, aprendí que es realmente maravilloso estar en forma espiritual, estar en mi cuerpo de luz, sin límites, conocedor de todo, sin compromiso alguno. Pero es solo en nuestros cuerpos humanos que podemos abrazar un niño recién nacido contra nuestro pecho, caminar en una playa al amanecer, hacer el amor, oler una rosa, o saborear una fresa. Es aquí en nuestros cuerpos que las lecciones de amor se hacen manifiestas. Es en nuestra maravillosa aventura humana cuando realmente aumentamos la Consciencia de Dios, como co-creadores… siempre que elegimos Amor… sabiendo por supuesto que hay Libre Albedrío… hay gozo en el Cielo cada vez que hago una respiración profunda, con consciencia, cada vez que estoy recordando y renovando mi espíritu, mi conexión al espíritu, y el privilegio de estar viva.