Comencé con La herejía cátara, de Jesús Ávila Granados, libro que ya mencioné con anterioridad porque fue el que me hizo comprender que gran parte de mi pensamiento actual, especialmente el relacionado con la religión, es muy similar a lo que enseñaban los cátaros. Pero el libro en sí no me pareció muy impresionante. Sí que habla bastante de Montségur y lo que allí sucedió, así que al menos me sirvió para descartar que yo hubiese muerto en esa fortaleza. Mis recuerdos no coincidían para nada. Yo nunca hablé de hogueras, sino de decapitaciones. Quizá, lo más llamativo de esta parte de mi investigación fue descubrir los principales mandatos cátaros. No me podía creer que hoy día sigo estando de acuerdo con la mayoría de ellos:
Trece eran los mandatos que todo creyente (aspirante a iniciado) debía seguir y respetar:
1. No matar persona o animal alguno, ya que son poseedores de almas que esperan su salvación. | 1. Por supuesto. 2. No tan extremo, pero lo del alma lo comparto al 100%. 3. Exacto. Solo para los perfectos. Aunque me pregunto… en esta vida decidí no traer hijos al mundo, ¿tendrá algo que ver? 4. No tan extremo, pero no me suelen gustar los juramentos, porque puedes cambiar de opinión.
9. Siempre lo pensé. 10. He tenido que buscar qué es exactamente el Demiurgo. Por lo visto, es la entidad creadora y ordenadora del mundo material. Como esto aprisiona y encadena a los hombres a las pasiones materiales, sería una encarnación del mal. Es un concepto del gnosticismo. Bueno, que Jesús no vino para enseñarnos eso, para mí es obvio. Si el Demiurgo creó o no el mundo, ¿quién sabe? 11. ¿Por eso me negué enseguida a ir a misa? Lo de encerrar a Dios en un trozo de materia creo que es bastante certero. Otro sinsentido. 12. No sé por qué, pero el evangelio de San Juan siempre me pareció el mejor. 13. No, eso no. |
Se daba un listado de las principales fortalezas cátaras que fueron cayendo una tras otra, y busqué sobre ellas en internet para ampliar información, pero ninguna parecía coincidir con lo que yo recordaba. Esas fortalezas reciben el nombre de "los cinco hijos de Carcasona", y son Aguilar, Quéribus, Peyrepertuse, Termes y Puilaurens. Buscando fotos de cada una de ellas, encontré que visualmente la de Peyrepertuse me resonaba bastante, lo cual no es de extrañar porque es muy similar a la de Montségur. De nuevo, aparece un arco que se parecía muchísimo al que yo había visto muy claramente por detrás de la figura de mi hijo, que me esperaba para entrar en el castillo.
Fue entonces cuando hice una nueva regresión y obtuve unos cuantos detalles más.
Me puse a llorar casi desde el principio, creo que en parte porque empecé a ver a Dominic muy claramente, y ver a H con otra apariencia, pero reconocerle igualmente, siempre me emociona. Le veo como un hombre de unos treinta años, pelo castaño claro, crecido pero no largo, nariz prominente, ancha, ojos entre verdosos y marrones. Yo estoy en la cocina trajinando, hago una especie de pan plano o torta con harina y un rodillo. También sé que me gusta recoger plantas medicinales, las guardamos en trocitos en saquitos de tela que están en una estantería, y algunas las utilizo también como condimento. También me vi cuidando de unas cabras (creo que tenemos tanto cabras como ovejas), están en un recinto aparte, una construcción de forma peculiar, lo veo como de adobe, color terroso, y formas redondeadas, con el techo más bien bajo, aberturas para que esté aireado, y con unas vallas bajitas para que no se escapen. Paja por el suelo. Voy ahí a ordeñarlas (noto el tacto del pezón suave), y sé que a veces también hago alguna intervención médica, como hago con las personas. Para ordeñarlas me siento en un pequeño taburete de madera con tres patas. Me gusta cuidar de ellas. Hacemos queso con la leche, pero no les quitamos la cría ni la matamos. También utilizamos la lana de las ovejas.
Creo que en ese momento en el que estoy en la cocina mi marido ya está muerto y por alguna razón estoy triste y Dominic lo nota. Me pregunta qué me pasa. Le digo que echo de menos a mi marido, era cariñoso conmigo y me hacía reír. Pero él sabe que hay algo más… Después de un rato me llega que estoy preocupada por si mi marido le irá bien en el otro lado, no lo tengo claro pero quizá no recibió el Consolamentum (no me viene con estas palabras, pero sí que pienso en una especie de extremaunción), no sé por qué no se le hizo, quizá no quiso simplemente, quizá no se pudo. Mi hijo me dice que no me preocupe porque los dos sabemos que era un hombre bueno, y por tanto, con o sin Consolamentum, seguro que no tendrá ningún problema.
Luego empecé a ver al resto de la familia. No creo que vivamos todos en la misma casa, pero sí que nos reunimos con frecuencia aquí. Veo a mi segundo hijo, a mi hija, y a un chico de unos doce años que es mi hijo menor. Veo otros niños más pequeños, pero son nietos: una niña de unos cuatro o cinco años, y un niño menor de dos que está en brazos de una de mis nueras, y que aún toma leche materna. Viéndolos a todos ahí juntos me hace sentir como una matriarca y me emociona. Vuelvo a ver que mi hija suele estar cerca de mí, preocupándose por mi bienestar. Y como yo empiezo a ver mal de cerca, si le pido que me lea algún fragmento del libro ese religioso (sea cual sea), me hace ese favor y me lee.
Entonces veo que estamos todos cenando, en el medio de esa sala que parece que es el lugar donde hacemos vida social, donde está la cocina, y en el otro extremo un rincón algo más privado que utilizamos para varias cosas. La mesa es larga y todos estamos sentados (en ningún momento veo cubiertos), y de pronto tengo la sensación de que alguien trae una noticia. No sé si es alguien que aparece físicamente por la puerta, o simplemente una información que alguien comenta, y dicen que unos hermanos fueron quemados en una localidad próxima (no sé cómo de próxima). Cae sobre nosotros la consternación, y tememos que tarde o temprano vengan a por nosotros también. Se hace el silencio y de pronto yo me echo a llorar. Mi segundo hijo me consuela, yo les digo que es por mi culpa, ellos dicen que no, por supuesto. No es simplemente una cuestión de religión, lo nuestro es una forma de vida, somos como somos, mi marido también les educó así y vivió de acuerdo a esos principios, y eso ahora nadie lo puede cambiar. ¿Qué vamos a hacer? Pues de momento esperar y vigilar. Si la cosa se pone fea, huiremos, aunque yo no quiero dejar mi hogar.
La impresión que tengo es que no es que seamos cuatro gatos escondiéndonos en una ciudad, sino que gran parte de esa ciudad es como nosotros, es bastante obvio lo que somos (quizá es en una de esas ciudades donde había un obispo cátaro). La ocultación no es posible. Diría que el invierno se acerca, y eso dificulta las cosas.
En cierto momento veo un cielo nocturno estrellado sobre nuestras cabezas, el pueblo está oscuro y la luz proviene solo de algunas antorchas que dejamos fuera. Pienso en el Dios que en algún lugar está ahí contemplando esta barbarie, y sé que no hará nada por evitarlo, porque es un problema que atañe a los hombres, no a Él.
En mi interior temo que Dominic decida utilizar las armas para defendernos. Un día le digo que por favor no lo haga. Él me responde que cómo puedo pensar eso, que él sería incapaz de matar a nadie. Tengo este temor porque sé que él ha dudado muchas veces de los preceptos que he intentado transmitirle, y además tiene esa tendencia a la ira. Él me asegura que no lo hará, pero como es tan serio y es difícil saber lo que piensa, a mí me queda siempre esa duda. Y temo que haga eso porque si lo hiciera, todos nuestros esfuerzos por ser “buenos hombres” y ganarnos una buena vida después de muertos no habrían servido para nada, te convertirías en “uno de ellos”, sería como sucumbir al Diablo. Le digo que es ahora cuando debemos mantenernos fuertes, en el sentido de no caer en ese tipo de tentaciones.
Aún así no puedo dejar de sentirme culpable. En uno de mis primeros recuerdos dije que tenía la sensación de tener “visiones” y pensaba que iban a acabar en la hoguera. Empiezo a creer que eso era solo la imagen que tenía en mi cabeza por el miedo a que fuéramos todos quemados. En los últimos dos días, los versos de la canción “I see fire” de Ed Sheeran (banda sonora de "El Hobbit") han cobrado un nuevo significado para mí:
“If this is to end in fire
Then we should all burn together”
Y lo que me resulta muy curioso es que a pesar de que todo apuntara a que íbamos a morir en la hoguera, y cualquiera en el presente, por lo que cuentan los libros de historia, pensaría lo mismo, el recuerdo de la muerte es distinto. Supongo que esto apunta a que no es fantasía, sino un recuerdo verdadero.
También noto que bajo regresión nunca me viene la palabra "cátaro", me es mucho más fácil pensar en "buenos hombres" (así lo decía el libro que nos llamábamos a nosotros mismos), o como mucho "albigense".
Luego ya estando a punto de dormir me vino una escena más, en la que yo estaba en la cama con mi marido, muy juntitos, él tumbado de lado y yo sentada. Volvía a estar preocupada por el tema de acabar todos en la hoguera (lo que me hace pensar que esto era un miedo que venía de hace tiempo, no solo por esa noticia), y él me dice que no puedo vivir con ese temor en la cabeza.
(Regresión 21-12-2017).