Muy poco a poco mi padre fue mejorando. Pasó tres semanas en la UCI y una semana más en una habitación del hospital. Nos aconsejaron que siempre estuviera presente uno de nosotros, pero este consejo no pareció ser igual de relevante para todos los miembros de la familia, por lo que al final solo algunos de nosotros nos quedamos allí por la noche. El máximo periodo de tiempo que estuve yo fue desde un lunes a las 11 de la mañana hasta un martes a las 6 de la tarde. Dormí unas cuatro horas y ayudé a mi padre en todo lo que necesitó. Cuatro días después le dieron el alta y pudo irse a su casa, donde a día de hoy sigue recuperándose lentamente.
Durante este último mes he estado ausente. Mi vida ha estado paralizada. Asuntos familiares han requerido de mi atención plena. Mi padre fue ingresado y sometido a una cirugía de urgencia bastante complicada. A esa cirugía le siguieron tres días de coma inducido en los que toda la familia contuvimos el aliento, conscientes de que la vida de mi padre pendía de un hilo. Yo sabía que todo dependía de él: de su voluntad de vivir, de si aún le quedaban tareas pendientes por hacer, si era o no el momento… Mi rutina se vio totalmente alterada y tuve que trasladarme a la casa de mi madre, para acompañarla, hacer las dos visitas diarias a la unidad de cuidados intensivos del hospital, y realizar las compras necesarias, ya que ella no sabe conducir. Tres de mis tíos vinieron de otra provincia y también tuve que transportarlos a ellos. Uno de mis hermanos me relevó un fin de semana y así yo pude volver a casa, descansar y ocuparme de mis propias tareas.
Muy poco a poco mi padre fue mejorando. Pasó tres semanas en la UCI y una semana más en una habitación del hospital. Nos aconsejaron que siempre estuviera presente uno de nosotros, pero este consejo no pareció ser igual de relevante para todos los miembros de la familia, por lo que al final solo algunos de nosotros nos quedamos allí por la noche. El máximo periodo de tiempo que estuve yo fue desde un lunes a las 11 de la mañana hasta un martes a las 6 de la tarde. Dormí unas cuatro horas y ayudé a mi padre en todo lo que necesitó. Cuatro días después le dieron el alta y pudo irse a su casa, donde a día de hoy sigue recuperándose lentamente.
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Esta mañana la rutina de yoga era para abrir el pecho. Esto significa expandir el corazón, activar el cuarto chakra o Anahatha para soltar aquellas emociones que hayan podido quedar estancadas, no importa cuándo. Esta vez no sentí los efectos inmediatamente, durante la postura final o Savasana, pero pasado un tiempo, ya después de comer, sentí ganas de llorar otra vez. La razón es la partida de una compañera de vida que estuvo conmigo nada menos que diecisiete años.
Decidió irse el 15 de junio, solo dos días después de que mi pareja y yo la dejáramos con mis padres para irnos de viaje a la costa. Estuvimos dudando hasta el último momento si debíamos irnos o no, pero su estado de salud, bastante estable dentro de la gravedad, durante las últimas semanas, no presagiaba el triste desenlace. No nos lo esperábamos, de verdad que no nos lo esperábamos, a pesar de que en los últimos siete meses de su vida ya sabíamos que andaba por la cuerda floja y que cualquier día nos podría abandonar. Sin embargo, esperó… esperó hasta que estuviésemos lejos, porque —supongo— quería evitarme ese disgusto. Yo creo que haría lo mismo por mis seres queridos. De hecho, es lo que hacen también los humanos cuando se acerca el momento, según refieren muchos testigos. Me hizo mucha ilusión cuando Guillaume Delacour sugirió hacerme una entrevista para su blog en francés Past Lives Project. No es frecuente encontrarme con personas con experiencias tan parecidas a las mías. Ojalá en el mundo hispanohablante las personas que recordamos vidas pasadas pudiésemos colaborar abiertamente entre nosotros. Sé que somos más de lo que parece, pero aún hay mucha reticencia a hablar en público. En eso creo que Guillaume es un valiente, porque a diferencia de mí, utiliza su nombre real, y no un pseudónimo.
Pido perdón por la extensión de la entrevista, pero es que si me preguntan, esto es lo que pasa… Guillaume: Hola, ¿podrías contarnos quién eres en pocas palabras? Hola. Soy una mujer de 42 años. Durante diez años trabajé como veterinaria pero actualmente estoy desempleada, así que me dedico a escribir novelas de ciencia ficción y fantasía, además de llevar varios blogs sobre distintos temas. Bueno, esto es lo que hago. Definir en pocas palabras quién soy realmente… creo que eso sería una tarea imposible. Pero si quieres, lo intentaré. G: La razón de esta entrevista es el hecho de que utilizas regresiones para encontrar recuerdos de tus vidas pasadas. ¿Cómo descubriste la reencarnación y por qué empezaste a hacer regresiones hace unos años? Siempre he sido muy curiosa, y durante mi infancia solía leer muchos libros que trataban sobre temas paranormales, ya que teníamos unos pocos en casa. Creo que el primer libro serio que leí sobre la posibilidad de la supervivencia después de la muerte fue Vida después de la vida, del Dr. Raymond Moody, sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM’s). Tenía solo doce años entonces, así que estaba familiarizada con este tipo de temas desde una edad muy temprana. Más tarde en mi vida, durante los años de universidad, también leí algunos de los libros de Brian Weiss y Michael Newton, que tocaban más de cerca la reencarnación. Aún así, yo no tenía una fuerte creencia en la reencarnación. No puedo decir que fuera totalmente escéptica, pero siempre he sido una persona muy racional. Amo la ciencia y siempre pensé que esa era la forma adecuada de averiguar si realmente hay algo después de la muerte. ADVERTENCIA: algunos fragmentos pueden herir la sensibilidad del lector. Hace ya un tiempo que siento que no hay mucho más que mis vidas pasadas puedan decirme. Después de más de seis años desde que empecé a recordar, he hecho un buen recorrido a lo largo de mis últimos mil años de existencia, e incluso más atrás. Debería ser suficiente para sacar unas pocas conclusiones, ¿no? Creo que la más importante es que estamos aquí para tomar las mejores decisiones posibles cuando nos enfrentamos a cuestiones morales. Podríamos pensar que eso no suele ocurrir, que solo unos pocos tienen que tomar decisiones morales en su día a día: jueces, abogados, sacerdotes, soldados en guerra… Los políticos ya sabemos que no se preocupan mucho de esas cosas. Pero en realidad hasta la más pequeña de las decisiones puede encerrar un dilema moral, empezando por algo que tenemos que hacer obligatoriamente todos los días para sobrevivir, como es comer.
Los seres humanos somos especialistas en evadir estas cuestiones morales. Nos las arreglamos de una forma u otra para ignorarlas lo más posible, para que no nos molesten, para no tener que reconocernos a nosotros mismos que estamos haciendo algo mal y deberíamos cambiarlo. Tenemos ejemplos en todas partes, a cualquier hora del día, mires donde mires. Yo no soy nadie para juzgar a nadie, y debo aceptar lo que hay. Pero recordar mis vidas pasadas me ha hecho darme cuenta de que no podemos mantenernos al margen. Con frecuencia es complicado encontrar la mejor forma de hacerlo, una que no incurra en formas de violencia no deseables. Pero, sobre todo, la revolución debe comenzar en uno mismo. Nosotros somos responsables de lo que ocurre en el mundo. Nosotros creamos el mundo que nos rodea. Y si queremos cambiarlo, lo primero que hay que hacer es cambiarnos a nosotros mismos. Parte 2. Seis días después de la visita a la exposición seguía sin saber exactamente por qué me sentía así. Por una parte estaba Katrina. Soy perfectamente consciente de que pude haber acabado en un campo de concentración. Y si no, habría acabado como una de esas mujeres alemanas violadas por los soviéticos. Para los nazis no era más que una débil joven con conocimientos de enfermería a la que podían utilizar en el frente. Para los checos, me había convertido en una traidora. Si hubiera sobrevivido hasta el final de la guerra, lo más probable es que habría muerto tirada igualmente en una cuneta. Por otra parte… Como sé que las emociones son una vía bastante directa a los recuerdos de vidas pasadas, decidí meditar esa noche. No estaba pensando para nada en Fritz, por eso me sorprendió el resultado. Y la regresión fue bastante confusa. Solo destacaron un par de cosas: una pistola que suele aparecer con bastante frecuencia en mis recuerdos como Fritz, y una palabra alemana. Hoy me he puesto a meditar y lo único que me ha venido es mi abuelo de mi vida como Fritz. Siempre me olvido que esa es mi conexión nazi, pero me resulta tremendamente frustrante no poder verificar quién fue, cuál fue su papel en la guerra, lo que me contó a mí y en qué medida me afectaba. Me he visto también empuñando una Beretta. Escuchar a mi abuelo me producía ansiedad y una gran furia, fumaba en su piso mientras hablábamos, a veces también estaba mi madre que no entendía por qué me ponía así. Pero al final no he sacado nada nuevo, y las emociones siguen enquistadas, tanto estas como las que podrían provenir de mi vida cátara, que al fin y al cabo fue también un genocidio. Me vino una palabra en alemán, algo así como Rottenkreutz. Cuando en el transcurso de una regresión nos vienen palabras en otro idioma que no entendemos, nuestro cerebro suele recurrir a cosas que nos resultan familiares, por eso yo tiendo a anglicanizar esas palabras. Al día siguiente busqué “Rottenkreutz” pero no encontré nada. Así que empecé a probar otras alternativas. Busqué Rosenkreutz, y lo más cercano que me salió estaba relacionado con los rosacruces. Más tarde, no sé si ese mismo día o al día siguiente, por casualidad vi una publicación en mi Facebook con la palabra “Ritterkreuz”, refiriéndose a la División Azul española. Me dije: “¡Eso es, Ritterkreuz!”. Busqué su significado, que desconocía, por supuesto: se refiere a la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, la más alta condecoración que recibían los militares alemanes por actos de valentía. Siempre he sabido que mi abuelo poseía una de ellas, además de muchas otras condecoraciones. El hecho de que me llegara la palabra alemán en la regresión me pareció una señal de que por ahí debía investigar más. Y eso hice…
Parte 1.
Lo difícil viene ahora: ahondar en mi alma para sacar todo lo que llevo dentro en relación a la Segunda Guerra Mundial y cómo todo eso me afecta en la vida actual. No sé hasta dónde llegaré, pero al menos lo intento. La visita a la exposición de Auschwitz me dejó un sentimiento extraño, sí. Mi pareja y yo nos fuimos a comer y él ya notó que estaba más callada de lo normal, aunque no era porque la exposición me hubiera impresionado especialmente. Escuché a una chica muy joven cerca de mí diciendo a su amiga que le daban ganas de llorar y que no le importaba hacerlo de vez en cuando por cosas así. A mí también me dan ganas de llorar… pero son lágrimas de otro tipo. Yo aprendí bastante en el foro Military Past Lives sobre el campo de concentración de Auschwitz, leyendo los testimonios de personas que recordaban haber estado allí como guardias de las SS en una vida pasada, describiendo con todo lujo de detalles cómo utilizaban el Zyklon B y cómo se sentían, entonces y ahora. Eso te hace pensar mucho, sobre reencarnación y sobre la vida en general, sobre el papel que te tocó jugar a ti y a las personas de tu entorno. Siento interrumpir el hilo que estaba siguiendo con mi vida cátara (que estaba en lo más interesante), pero la actualidad manda. Suele pasar cuando recuerdas múltiples vidas pasadas. Y es que el martes 23 de enero tuve la oportunidad de ir a la exposición sobre Auschwitz que estará en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid hasta mediados de junio. Se la recomiendo a todo el mundo. Aunque personalmente no me impactó demasiado porque casi nada de lo que vi era nuevo para mí, la visita sí que me dejó una sensación extraña. Dos días después publiqué un tema en Foro Reencarnación con gran parte de las fotos que hice. Pretendía ser un hilo objetivo orientado a que las personas que vivieron en la Segunda Guerra Mundial puedan obtener verificaciones, pero como es usual en estas ocasiones, no tardaron en aparecer comentarios que obligaban a profundizar en el Holocausto desde una perspectiva más personal. Los reencarnacionistas que de alguna manera u otra lo tuvimos cerca tendemos a huir de este tema. Remueve demasiadas emociones y enfrenta a personas unidas por una gran amistad pero que a veces tienen pasados muy distintos e irreconciliables. Yo creo que hablar es bueno, pero eso no quita que hablar duela. Me voy a centrar primero en la visita a la exposición. Yo no viví el Holocausto tan de cerca como una de las batallas navales que se describían en el Museo Naval de Madrid, así que en ese sentido la visita fue menos interesante. Pero acudir a una exposición de estas características lo considero una obligación, igual que seguir viendo vídeos de mataderos o duras imágenes de la industria cárnica actual. No puedes darle la espalda a la realidad, no puedes olvidar el pasado. Y las emociones que revolvió me han llevado a investigar más sobre mi abuelo de mi vida inmediatamente anterior a esta. Creo que he averiguado quién es, con nombre y apellidos. Aún no lo puedo decir seguro porque no está completamente verificado, pero quizá haya dado un paso más en esa búsqueda. |
AutoraMi nombre virtual es Eowyn. Llevo desde 2011 investigando y experimentando la reencarnación. Este blog es solo una mínima parte del resultado. ¡Sígueme en Telegram!
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