Empecé a recordar vidas pasadas hace casi seis años. Desde entonces no he parado quieta. He publicado varios libros, he creado varios blogs y un foro, y he conocido a muchas personas diferentes. Con algunas de ellas he mantenido conversaciones bastante interesantes de las que he aprendido mucho. Con otras he llegado a tener discusiones acaloradas, sobre todo cuando luchaba contra fuertes creencias instauradas en la mente de mi interlocutor. Estoy muy feliz de haber llegado hasta aquí y estar haciendo esto. Pero cuando miro atrás y observo el camino andado, tengo muy claro que si tuviera que elegir, solo hay una cosa con la que me quedaría para siempre: haber conocido a otros reencarnacionistas, pero sobre todo, haber conocido a algunos de mis soulmates.
Me he quejado con frecuencia de la soledad del reencarnacionista, de la incomprensión que experimentamos día tras día por parte de las demás personas, de la impotencia por no poder hablar con nadie de lo que nos pasa… Pero ser reencarnacionista tiene también sus momentos mágicos, sus momentos impagables. Como dije en su día, los reencarnacionistas vivimos en mundos paralelos. A veces es frustrante tener que adoptar la misma actitud hipócrita que el resto de las personas, como cuando vas a un funeral y tienes que fingir que tú tampoco crees que hay algo después de la muerte, o que te crees lo que está predicando el cura sobre un cielo al que irá el fallecido, donde permanecerá hasta que un día Dios nos llame con sus trompetas y todos resucitemos. Pero al mismo tiempo, es tremendamente divertido saber cosas que los demás no saben, sentarte ahí y ser espectador del absurdo teatro que representan los miembros de la sociedad en la que vivimos. Mientras que los demás hacen su papel, sin duda incómodo y aburrido en muchas ocasiones, tú en tu interior sientes una paz infinita y sonríes porque ves cosas que son invisibles para ellos.
Empecé a recordar vidas pasadas hace casi seis años. Desde entonces no he parado quieta. He publicado varios libros, he creado varios blogs y un foro, y he conocido a muchas personas diferentes. Con algunas de ellas he mantenido conversaciones bastante interesantes de las que he aprendido mucho. Con otras he llegado a tener discusiones acaloradas, sobre todo cuando luchaba contra fuertes creencias instauradas en la mente de mi interlocutor. Estoy muy feliz de haber llegado hasta aquí y estar haciendo esto. Pero cuando miro atrás y observo el camino andado, tengo muy claro que si tuviera que elegir, solo hay una cosa con la que me quedaría para siempre: haber conocido a otros reencarnacionistas, pero sobre todo, haber conocido a algunos de mis soulmates.
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La vida duele, eso es cierto. Pero está bien. Hay que vivirla igual. No estamos aquí para verla pasar, como si fuéramos meros espectadores. Si de algo sé sobre esto de las vidas pasadas, es de depresión. Si no hubiera sido por ella, quizá nunca habría recordado, y ahora no estaría aquí escribiendo esto en el blog. Desde que recuerdo, la depresión ha perdido fuerza. No puedo decir que haya desaparecido del todo, pero eso es fundamentalmente porque este mundo y los seres humanos que lo habitan me deprimen con sus acciones, día tras día. No en vano a veces me siento como un astronauta en órbita, testigo mudo e impotente de las desgracias que pasan en la Tierra, como en esta canción de la Electric Light Orchestra: The planet Earth from way up there is beautiful and blue and floating softly through a rainbow But when you touch down things look different here at the mission of the sacred heart La diferencia es que yo no estoy en órbita, sino en la superficie, así que sí que puedo hacer cosas. Y sí, esto es lo que hay. Como dicen los de Marillion en su canción “Beautiful”: “We’re stuck in this world, nowhere to go”. Estamos aquí, estamos vivos, y nos guste o no, nuestro deber es vivir nuestra vida hasta el final.
¿O tal vez no? En una página de Facebook alguien se quejaba porque no quería ver imágenes sangrientas de cerdos sufriendo a causa de la existencia de mataderos que están ahí para satisfacer la demanda de carne del ser humano. Decía que como ella era vegetariana no necesitaba seguir viendo esas imágenes. Yo pensé: ¿y qué hacemos entonces? ¿Dar la espalda a la realidad? ¿Cerrar nuestros ojos? ¿Ignorar lo que está ocurriendo a escasos metros de nosotros? Del mismo modo que el karma no existe, ser vegano o vegetariano no te va a traer la recompensa instantánea de no tener que volver a ver animales sufriendo. Que tú, en parte, ya no seas causante directo de ese sufrimiento, no te exime de la responsabilidad de crear el mejor mundo para vivir. Y no basta con elegir el camino que tú crees correcto y dejar a los demás a su suerte. Si de verdad quieres cambiar el mundo, necesitarás algo más que eso. Estoy hablando de animales porque soy especialmente sensible a ellos. Por desgracia, lo que acabo de escribir también es aplicable a seres humanos. Entiendo el dolor de esa persona. Entiendo la rabia que producen ese tipo de imágenes. Ya tenemos suficiente en nuestra vida diaria como para deprimirnos más teniendo que ver todos los días esas imágenes. Sin embargo, creo que es necesario que sigamos viéndolas, para que movamos el culo y hagamos algo para intentar cambiarlo. Eso es la vida al fin y al cabo. He intentado evitarlo. En casa evito hablar de política porque sé que mi pareja y yo acabamos discutiendo con frecuencia. Trato de no seguir las noticias con mucha atención, trato de no ponerme de ninguna parte y permanecer neutral. Trato de alejarme mentalmente de lo que ocurre en mi país y encerrarme en el despacho, delante del ordenador, seguir con lo mío y escribir de reencarnación. Me digo: “Voy a volver a la década de los 70 y escuchar a esta sabia mujer de la que tanto estoy aprendiendo, Helen Wambach”. Pero sencillamente, no puedo. Si mi pareja me pica mucho, acabo saltando antes o después. Le explico por qué, en una de esas reacciones emocionales que dice que tengo. Vuelvo a Francia a finales del siglo XVIII y veo de nuevo al ejército de mi país —de mi país— llegando al pueblo en el que nací con caballos, rifles y cañones. Veo a gente inocente que solo quiere prosperar siendo aplastada, masacrada, por las fuerzas armadas que el gobierno envió. Vuelvo a ser testigo, con total incredulidad, de cómo somos tratados peor que un enemigo. Somos… soy, fusilado. Por mis propios compatriotas. Los mismos que derrocaron la monarquía con su ‘Liberté, égalité, fraternité’. Y se me desgarra el alma.
Hay verificaciones que te producen las mismas fuertes emociones que ciertos recuerdos de vidas pasadas. En algún rincón de la mente siempre nos queda la duda de si quizá, solo quizá, no estaremos equivocados creyendo en la reencarnación, si todo esto no será más que —como algunos dicen— el inconsciente colectivo o algún arquetipo de Jung que ha colonizado mi cabeza y ha creado una historia casi tan completa como mi presente biografía. Pero cuando la duda surge, la vida ya se encarga de traernos nuevas señales, nuevas pruebas, de que lo que hemos “fabricado” con nuestra mente no puede ser solo producto de la imaginación, porque se encuentra también en los libros de historia.
Esta semana me ha vuelto a pasar, aunque no era algo del todo nuevo. Volveré a ello más adelante, porque hoy me he puesto a escribir un borrador a mano y he llenado toda una página (no hay más espacio para recuerdos y verificaciones), y además necesito algo más ligero para este domingo que supuestamente es para descansar. Los últimos quince días, desde que volví de mis vacaciones, han sido muy intensos en cuanto a reencarnación se refiere. No he tenido muchos recuerdos nuevos, pero me he pasado prácticamente todo mi tiempo enfrascada en tareas relacionadas con vidas pasadas. Si me pagaran por lo que hago, ya no me volvería a faltar trabajo en lo que me queda de vida. He estado profundizando en el trabajo de Helen Wambach, una psicóloga pionera en el tema de las regresiones, allá por los años 70, y este descubrimiento me ha producido la misma admiración que me produjo el trabajo de Ian Stevenson. El resultado de esta investigación personal saldrá a la luz próximamente en el blog. Por otra parte, no he dejado de pensar en cómo abordar los pensamientos y sentimientos que he estado teniendo últimamente respecto a mi vida pasada como Roderic. Quiero hablar de ello pero es difícil hacerlo por orden y en tan poco espacio. Mientras, no dejo de interaccionar con nuevos y antiguos miembros de los foros que frecuento, de los que siempre acabo aprendiendo cosas nuevas. Y también he de responder mensajes de principiantes con infinita paciencia en mi página de Facebook. Paso por una época muy tranquila en cuanto a vidas pasadas se refiere. Tan tranquila que se hace un poco aburrido… pero como se acerca un pequeño periodo de vacaciones veraniegas, no quería dejar de actualizar el blog por tanto tiempo, así que aquí estoy. La práctica regular de ejercicio físico, pero sobre todo de yoga —ya hace más de un año desde que hago cinco días a la semana como mínimo, sin saltarme ninguna sesión a no ser que haya alguna cuestión física que me lo impida—, me ha hecho recuperar una paz interna y un bienestar general que no sentía desde hace tiempo. Si no fuera por la rigidez que siento a veces en el cuello, podría decir que mi estado de salud es perfecto al 100%. Aún así, este dolor, causado siempre por contractura, ha mejorado mucho en el último año también. Y todavía no sé si el dolor en esa zona es el que me trae recuerdos de vidas pasadas, o si los recuerdos de vidas pasadas son los que me producen ese dolor (siempre teniendo en cuenta que no es lo único que influye, por supuesto), pero el caso es que ambos suelen ir relacionados. Como es de esperar, hablo principalmente de Roderic. En las últimas semanas me han llegado flashes de alguna de sus vivencias más traumáticas. Diría que Roderic empieza a romperse. Es un tira y afloja constante que tengo con él. Sospecho incluso cuáles son las razones por las que me cuesta tanto llegar al interior de su alma. Pero como hablar sobre esto va a suponer un coste emocional bastante grande, prefiero dejarlo para después de las vacaciones. La rigidez en el cuello, por razones obvias, la suelo achacar a él principalmente. Sin embargo, ayer me llegó otro recuerdo, esta vez de James, mientras estaba en la cama tratando de relajar la tensión en mis cervicales para volverme a dormir. También lo dejaré para después de las vacaciones, esperando obtener más detalles sobre un episodio en concreto del que no tenía mucha información. Hoy quería centrarme en un aspecto positivo de recordar vidas pasadas, pues es bueno que de vez en cuando hable también de lo que ganamos recordando. Lo primero de todo, debo decir que una vez que abres la puerta, ya no la puedes cerrar. Esto es un hecho. Con “abrir la puerta” me refiero a abrirla de verdad, de par en par, no a asomarte tímidamente y salir corriendo. Me refiero a sumergirte de lleno en la aventura de recordar y dejar que te lleve adonde sea. Normalmente, quien hace esto, es porque lo necesita, porque escucha una especie de llamada interna y al hacerle caso los medios para recordar se ponen a su alcance. Supongo que esto es porque tiene que existir una predisposición. No una predisposición a creer en la reencarnación —puedes ser de lo más racional y escéptico y empezar a recordar igual— sino a abrir tu mente y dejar que tu intuición guíe tus pasos. Entonces suele llegar la sorpresa, porque lo que se te viene encima es mucho más de lo que esperabas. Los cimientos de tus creencias comienzan a tambalearse, y te cuestionas todo lo que habías supuesto hasta ese momento. Si no abandonas y sigues adelante, es muy posible que empiecen a surgir recuerdos realmente duros, que te hacen plantearte aún más todas esas ideas tan extendidas y aparentemente aceptadas por mucha gente, como la existencia del karma. ¿Por qué hay tanta gente que continúa creyendo en el karma, a veces incluso gente que recuerda vidas pasadas? Es muy sencillo: porque la mayoría no ha llegado a este punto, porque sus recuerdos suelen ser en el lado de las víctimas (ojo, sin ningún menosprecio a las víctimas), y porque no tienen datos suficientes aún que les hagan ver que no existe tal relación de causa y efecto entre los eventos de una vida pasada, y los eventos de las siguientes vidas. Ayer me levanté y lo primero que leí en internet fue un post de una amiga en mi foro que me hizo reflexionar. Confieso que si no fuera por momentos como este, habría dejado ya el mundo de la reencarnación, en el que la gente en general solo quiere respuestas rápidas. Esto acaba de dos maneras: decepcionándose porque en mi libro La Caja de Pandora no encuentra “información general” (??) o creyéndose cualquier milonga que alguien le contó y que no tiene pies ni cabeza, como por ejemplo que a tu alma gemela desencarnada le puede afectar que vean una película sobre su pasada encarnación y esto se manifestará en forma de dolor en tu región cardiaca (ejemplo real, ver para creer). Al resto de personas que estén hartas de escuchar tanta patraña, les recomiendo que lean mi blog Soy reencarnacionista o que se unan a Foro Reencarnación. Somos pocos, pero al menos, a veces, te levantas por la mañana y te congratulas de que existan personas que piensan por sí mismas y que además te llenan de inspiración para seguir avanzando.
Mi amiga reflexionaba sobre la circularidad del tiempo, y cómo en ciertos momentos de la vida las cosas se repiten, el pasado vuelve a ti. Puede que sea una misma situación, pero ahora ves las cosas de otra manera. Y, relacionándolo con la reencarnación, lo comparaba con ese instante en el que recuerdas quién eres de verdad, que es mucho más de lo que es tu yo presente. Hablamos siempre de vidas pasadas, y sobre todo al principio tendemos a separar nuestros yos pasados de nuestro yo actual. Las personas alrededor tampoco ayudan, porque no comprenden en qué consiste la reencarnación, ni mucho menos saben qué supone recordar vidas pasadas. Lo primero que te va a decir cualquiera es: “Pero eso ocurrió en el pasado, olvídalo, ahora todo es distinto”. Incluso mi novio, no hace mucho, cuando le estaba contando cómo me sentía por haber muerto en una batalla naval en el siglo XVIII, me dijo: “Bah, pero eso fue hace mucho tiempo, no te puede afectar”. Yo solo pude sonreír y callarme, porque sé que por mucho que se lo explique no lo va a entender. Nuestras vidas pasadas no son pasadas realmente. Decimos “pasadas” para situarlas en un tiempo más o menos remoto, anterior al actual. Eso no significa que estén olvidadas, ni muertas, ni en muchos casos superadas… y, por supuesto, no nos hemos convertido en personas distintas, ni tampoco tenemos una “nueva vida”. Esto es así para todo el mundo, no solo para los que recordamos vidas pasadas. Pensamos que la muerte es una especie de separación entre una vida y otra, un punto y aparte, cuando en realidad es solo un punto y seguido. Es darte una ducha y cambiarte de traje. Cuando sales a la calle, es el mundo el que ha cambiado (un poco), pero tú sigues siendo el mismo. Hace un par de días leía un fragmento impresionante de un testimonio de experiencia cercana a la muerte en la página de Facebook de la IANDS (International Association for Near-Death Studies). Lo traduzco para los lectores que no sepan inglés: Según las enfermeras y los médicos corrían a la habitación me di cuenta de que no quería estar ahí por más tiempo, así que me desplacé hacia arriba y fuera del edificio hacia el cielo nocturno. Me sentí libre y suelta, y fui atraída hacia las estrellas. Me di cuenta de que podía simplemente flotar sobre las copas de los árboles e ir a casa a visitar a mi familia. Pero la llamada del cielo nocturno era más fuerte. Quería elevarme en el espacio y ser libre. Merece la pena leer el testimonio completo: http://iands.org/ndes/nde-stories/iands-nde-accounts/1198-it-is-here-in-our-bodies-that-the-lessons-of-love-are-made-manifest.html
Mientras lo traducía, me estaba emocionando tanto como cuando lo leí por primera vez, por varias razones. Primero, porque me recuerda muchísimo a la regresión que describí aquí hace poco en la que me vi justo después de la muerte de James en mi vida de la Marina Británica, flotando sobre el barco en medio de la batalla. No me cansaré de repetir nunca que los testimonios de ECM’s y las regresiones al periodo entre vidas tienen muchas similitudes, y la etapa de experiencia extracorpórea es siempre una de las más impresionantes. Conozco decenas de personas que han recordado espontáneamente esos momentos posteriores a la muerte. Aunque la mayoría de ellos no han practicado el desdoblamiento consciente del cuerpo, como yo he hecho, conocen las sensaciones que tienes una vez que te has liberado de tu envoltura física. Es increíble, pero muy pocos investigadores se han dado cuenta de ello y parecen tomar más en serio las ECM’s que los relatos de reencarnacionistas. |
AutoraMi nombre virtual es Eowyn. Llevo desde 2011 investigando y experimentando la reencarnación. Este blog es solo una mínima parte del resultado. ¡Sígueme en Telegram!
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